VII - Alloria

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—Deja de hacer tanto ruido, Cole —susurró Mia.

—Ya te dije que esto no es una misión de sigilo —respondió él.

—¿Los monstruos no están lo suficientemente cerca para escucharnos?

—Si seguimos por este camino, no.

—Ah, pues qué maravilla. Ya me dolía la garganta de tanto susurrar —dijo ella hablando con su voz normal.

Hacía varias horas que se habían alejado del ejército de Laodicea. Se dirigían a Alloria pero estaban tomando el camino largo. Esperaban de esa forma no encontrarse con los monstruos. De todas formas, habían tomado precauciones por si lo peor llegaba a pasar.

—¿Podemos detenernos aquí? —preguntó Samuel.

—Aquí no. —La voz de Isabelle era tan dulce como siempre.

—Pero ya anochece. Y este es un buen lugar. ¿Cole?

—Lo que dijo ella —respondió Cole después de un momento. Estaba distraído pensando en otra cosa—. Necesitamos un lugar más seguro.

Caminaron un rato más hasta que Isabelle se detuvo, miró el sitio al que habían llegado, caminó por los alrededores y finalmente dijo:

—Nos quedaremos aquí.

Cole miró el sitio por sí mismo unos momentos hasta que finalmente obedeció: era perfecto. Tenían espacio para todas las tiendas entre varios árboles que los rodeaban. Había un río relativamente cerca, y también varios desniveles rodeaban el lugar; eran ideales para que un centinela vigilara desde allí. Lo que buscaban era el sitio donde pudieran estar más seguros.

Siendo que ya casi no había luz solar, los soldados se apresuraron a montar las tiendas y a encender fuego. Con aquello listo, cada quien empezó a preparar su cena. La mayoría solo tomó del pan que tenían en las provisiones debido a que ya era muy tarde y tenían hambre.

—Yo no comería carne ahora si fuera tú.

—¿Cuál es el problema? —preguntó Samuel con la boca llena.

—Te vas a acabar tu ración de una vez y después te vas a hartar de sólo comer pan.

Samuel solo le contestó a Cole con un gruñido y siguió comiendo.

Habían hecho varias fogatas alrededor de las cuales se sentaban en grupos para comer. Cole trataba con disimulo acercarse más al fuego: su nueva capa no lo cubría del frío con tanta efectividad como la anterior. 

Nadie hablaba. Glenn, Samuel y de vez en cuando Mia solían acompañarlo a todas partes. Ahora a su grupo se habían unido Anette y Soren, que no estaban muy bien integrados. Mia trató de romper el hielo.

—Soren, ¿por qué no nos cuentas algo de ti? No te conozco nada.

—¿Qué quieres saber? —contestó éste indiferente. Mia trató de pensar rápido y contestó nerviosa:

—¡Tu nombre! Eso, de dónde viene tu nombre. Creo que no es de Askenaz.

—Mi familia por parte de madre es de Olhauser. Mi nombre es muy común allá. —Respondida la pregunta, volvió a comer en silencio.

Entre el Caos y el OrdenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora