Capítulo 3 En los pasillos de Hogwarts

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Al día siguiente Draco desayunaba en un extremo de la mesa de Slytherin. Unas leves sombras bajo sus ojos le gritaban a todo el mundo que no había podido dormir bien, y el motivo se encontraba riendo en la mesa de los leones. Granger reía con la única Weasley que quedaba en Hogwarts, parecía que se divertían.

Por un momento los ojos cafés conectaron con sus ojos grises. Ella le dio una mirada de ira por un breve instante y después siguió desayunando y conversando con su amiga. Draco terminó de desayunar con semblante serio. Blaise se había sentado a un metro de distancia de él y no le dirigía la palabra. Para el rubio era mejor así.

Bostezó antes de terminarse el jugo de calabaza. Maldita Granger que no lo había dejado dormir. Primero, porque el sentimiento de vergüenza que había sentido cuando se dio cuenta de lo que le hizo, había aumentado mucho, y después porque cansado de luchar por horas contra sí mismo se había levantado de la cama, había ido al baño y ahí había aliviado toda la tensión y frustración que el encuentro con ella había generado en su cuerpo.

Nunca lo había hecho pensando en una Griffyndor, una mujer tan simple estaba afectándolo mucho y por eso estaba tan molesto cuando terminó, que el enojo no lo dejó dormir hasta el amanecer.

Seguía sintiendo mucha ira en su interior y decidió que ignoraría todo lo que representaba Granger. Se iba a mantener lo más lejos posible de ella. No quería agregarle una molestia más a estar en Hogwarts. Todavía no se rendía de la idea de hechizar a la directora.

Sus planes se vieron frustrados otra vez cuando se dio cuenta que la primera clase que tenía era con Griffyndor.

La clase de Pociones ese año volvía a ser de Slughorn. No era nada especial comparado con Snape. A Draco le parecía que ese profesor era un tonto, le había robado el recuerdo de la contraseña del despacho de la directora muy fácilmente y eso para él ya lo hacía un completo estúpido.

No aprendió nada de esa clase, porque pasó las dos horas tratando de evitar que su mirada se fuera al otro lado del salón, dónde Hermione apuntaba con rapidez cada palabra que decía Slughorn. Cuando el profesor dio por finalizada la clase, Draco se quedó guardando sus cosas con mucha lentitud, quería ser el último en salir y evitar así cualquier contacto con otro estudiante.

Blaise lo esperaba afuera.

- Draco, ¿crees que lo que quiera hacer el viejo Slughorn funcione?

- No me hables Blaise.

- Deja de ser un amargado.

- Lárgate.

- ¿Para qué? ¿por qué te aferras tanto a querer que me aleje de ti?

- ...

- ¡Draco, respóndeme! Antes nos llevábamos bien.

- Es suficiente. ¡Déjame en paz!

- ¡No! Yo solo quiero...

- ¡No me importa! ¡No me importa lo que tú quieras Zabini! ¡Vete con tu familia a dónde te dé la gana, lárgate de aquí, porque eso es lo que sabes hacer! ¡Huye cómo el cobarde que eres!

- Draco...

- ¡Y no digas mi nombre en ese tono tan dolido! Porque tú fuiste el que me abandonaste – lo tomó de la túnica y lo aventó contra la pared – tú me dejaste aquí enfrentándome a Voldemort, por eso no quiero verte cerca de mí, jamás.

Draco ni siquiera se dio cuenta que se había puesto rojo del enojo. Se dijo que las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos cuando se fue se debían a la ira que sentía, no eran porque estuviera dolido por Blaise.

Detrás del librero (Dramione +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora