Capítulo 35:

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El grito desesperado de la señora Wayland inunda cada rincón de silencio, y esas lágrimas derramadas con dolor dejan un rastro de humedad en su seca piel. Jesse y Magnus solo se concentran en llevar ese inmóvil cuerpo hacia la cama disponible que usaba su madre. Tumbado en ese colchón ancho que se encuentra en el suelo, deja ver como esa flecha blanca comienza  a perder su pálido color, siendo sustituido por uno negro.

Sin más remedio se disponen a preparar sustancias que podrían ser de ayuda, sin importar cuantos daños posee ese laboratorio subterráneo. El despertar del señor Wayland no es con esa suave y cariñosa voz de su esposa, sino sus desesperados gritos ahogados como sus sollozos. Por un momento el corazón del señor Wayland es capas de estrujarse y luego detenerse por la angustia de ver a su amada sufrir, es irremediable el daño que él le ha hecho a su hijo, pero no merece que sufra de esa manera por no saber la simple verdad.

—¡Alex, el rubí y el zafiro! —ordena Wayland al acercarse con cuidado a Norman—. ¡Jesse, paños húmedos! ¡Magnus, llévate a Clary de aquí!

—¡NO… no puedo, no puedo irme! ¡Es mi hijo! —ella trata de zafarse en ambos agarres de su hijo, el cual la quiere obligar a que se retire—. ¡MAGNUS! —ella grita haciendo que el señor Wayland llegue a una decisión.

—¡Silencio, mujer! Magnus, deja que se quede, en cuanto oiga un llanto te largas —advierte enfurecido al no tener tranquilidad.

—Aquí están las piedras preciosas —dice Alex al pasarle ambas piedras.

—Ten los paños —Jesse llega en el momento justo.

El silencio se apodera de esa habitación, las miradas fijas en los movimientos de Jacob comienzan a sentirse más que nunca, hasta incluso se oye los movimientos de él. Esas piedras hermosas de un color único, son atadas en la flecha con ese paño húmedo, teniendo el siguiente paso de recitar una frase. A pesar de ese esfuerzo de repetir esa frase por más de cinco veces, no obtienen resultado, dado que esa repetición de palabras inútiles dan lugar a una enorme explosión dentro de esa habitación.

Un pequeño campo de energía yace alrededor de esa flecha, un campó que impide la extracción de esa flecha dañina. El señor Wayland se ha quedado sin recursos, la señora Clary sin lágrimas se encuentra en los brazos de Magnus desmayada, mientras que Alex y Jesse tratan de no darse por vencidos.

—No tengo otra opción —Jacob finalmente dice al colocarse de pie con dificultad bajo las miradas atentas de sus hijos.

—¿Qué tienes en mente? —Alex pregunta al imitarlo.

—Una solución que definirá nuestro futuro —él explica a su manera dando a entender que es una solución poco usual—. Mantengan la distancia —advierte al acercarse a ese cuerpo inconsciente, con el propósito de tomar su mano, arremangar la camisa y dejar ese objeto dorado en su manos, hasta el momento en que observa esos cortes en delgadas líneas que se muestra con más vigor—. Maldición… espero que resista. —Murmura con preocupación y molestia al no haberse dado cuenta anteriormente.

El objeto dorado es depositado en la mano del dueño, logrando así que ese reloj de bolsillo se abra al mostrar un símbolo de dragón en la tapa del mismo. Una brillante luz comienza a aparecer alrededor del reloj, obligando al señor Wayland retroceder por desconocer la situación. Ese brillo no solo se intensifica, sino que también comienza a apoderarse del cuerpo de Norman, es más no solo se apodera enérgicamente de él, sino que también de esa flecha incrustada en su pecho.

La flecha comienza a salir del cuerpo de Norman, elevándose con su campo de energía hasta salir de su cuerpo. En ese instante, esa luz enceguece a cada ser que se encuentra observando el espectáculo, mientras que una posible explosión de hondas causando que esos seres se estrellen en las paredes, gracias a la presión transmitida.

Hunters Of Eternal OlympusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora