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𝑯. 𝑱. 𝑺
Me dirigía al hospital, había pasado un tiempo desde que fui y suponía que mi padre me extrañaba, pero lo que sucedió en la casa de MinHo no tenía cabeza para más.
Era el peor hijo del mundo.
Hasta había rentado un apartamento para no ver más a SeungWoo, aunque quizás eso no era tan malo, después de todo a aquel alfa solo le importaba que sucediera en el negocio familiar.
Y no iba a vender mi felicidad por eso.
Actualmente aquel apartamento que en un principio creí grande, ahora era más pequeño, ambos omegas se quedaban allí, ambos se sentían tranquilos al igual que yo.
Al ser en una zona privada no podrían volver a hacerles daño y eso era una preocupación menos.
— Hey papá –Entre mirando como Sik bajaba el periódico y me veía con brillantes ojos.
— ¡Cachorro! —Gritó extendiendo sus brazos, me acerqué a él y le abracé con fuerza.
— Lamento no haberte venido a visitar, había estado ocupado... —Agaché mi cabeza a lo que Sik dejo un pequeño beso en mi frente.
— No, bebé, está totalmente bien, ¿Tu omega? ¿Cómo está? —Preguntó acariciando mi cabello, me senté a un lado suyo y deje que me mimara un rato.
—Está bien, ambos están relajados en mi apartamento.
— Uhm, me alegro —Ambos callamos, simplemente nos dejamos consumir por el silencio, no era incómodo como creí que sería.
— Por cierto papá, ¿Cuándo saldrás? Hace unos cuantos meses que había estado internado, por suerte aquel cuchillo de plata no le hizo mayor daño.
– En unas cuantas semanas... —No parecía feliz por aquello y lo entendía.
—¿Volverás con él? —Le vi negar con su cabeza.
— No importa si mi apartamento es pequeño, puedes venir conmigo —Soné más desesperado de lo que pensé, Sik rió y negó con su cabeza nuevamente.
– No bebé, me iré a otro país, estoy más que seguro que estarás bien y si no, siempre puedes venir conmigo.
Sentí como mis ojos picaron, no quería que mi padre se fuese solo, sería doloroso, él fue el único que me demostró el amor que nunca tuve por parte de SeungWoo.
– No mi niño, no llores —Sollocé como un pequeño cachorro escondiéndome en el pecho de mi padre.
– T-Tengo miedo... ¿Estarás bien?
— Claro que si mi vida, no perderemos el contacto, ¿Vale? —Asentí pero seguí sollozando, con todo lo ocurrido me sentía mucho más débil y cansado de lo que nunca estuve.
