Capítulo 14: Mal presentimiento.

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Sus labios se entrelazaron en una desenfrenada danza de anhelo y urgencia. La calidez de la piel melocotón de sus labios ascendió por sus propios labios y alimentando a su cuerpo de vitalidad, calmando el dolor que luchaba por consumirlo.

Sus dientes chocando por la torpeza del beso y sus manos temblando por el aleteo de esperanza. Sus dedos rosando la piel morena como si fuese a romperse en cualquier momento, sin creerse aún la situación.

Abrió los ojos encontrando su rostro muy cerca y sus parpados cerrados. Él quería ver esos ojos chocolate. Deleitarse de la vida que destilaba en cada pestañeo.

Súbitamente en un cambio de escena drástico ella comenzó a caer y extendió su mano hacia el con el pánico en los ojos.

Ella gritó su nombre con agonía, él pestañeó regresando a la realidad.

Observó el techo de su departamento sintiendo el sudor escurriendo por su frente y aquel hueco en su pecho que le impedía respirar con regularidad. Estaba ahogándose. Se quedó ahí acostado hasta que sus extremidades le respondieron,

Se levantó para ir al baño y lavarse la cara. Observó su reflejo en el espejo. Sabía que no podría volver a conciliar el sueño y simplemente no quería. Decidió darse una ducha para despejar el entumecimiento de su cuerpo.

El agua fría que caía de la regadera recorrió cada centímetro de su cuerpo. Una vez terminó salió en busca de su ropa. Abrió el armario extrayendo su ropa ninja tradicional, aunque al jalar su chaleco algo cayó hasta quedar bajo la cama. Una vez la ropa estuvo en su lugar, se inclinó para recuperar el objeto. Sin embargo, sus ojos se encontraron con algo mas.

Su violonchelo polvoriento bajo la cama.

Lo había olvidado, que lo había ocultado ahí a mudarse. Había renunciado a que sus manos crearan música. Realmente no se sentía digno. ¿Crear música con las manos que estaban cubiertas de sangre? Aunado a eso, los recuerdos adheridos a su instrumento era algo que no quería evocar.

Recogió su porta-shurikens colocándola en su pierna y salió a la calle cuando los primeros rayos del sol acariciaban las calles desiertas cual ronroneo del clan Hyūga, caminando con total resistencia a la mansión principal. Su propio cuerpo se oponía por sus lento caminar y sus hombros algo caídos. Lidiar con eso era algo de sumo estrés, con el cual realmente no quería. Porque ser capitán ANBU ya era suficiente.

No había comido nada, tenía el estómago revuelto. Las cosas indicaban que no sería un día bueno. No podían ser cuando involucraban a la rama principal. Torció los labios cuando tocó la puerta principal donde había vivido gran parte de su vida. Algo en su interior se agitó, un mal presentimiento.

La puerta de madera se abrió dejando ver unos ojos como los suyos y un cabello azulado.

—Neji-niisan. — La mirada malva se iluminó. — No tienes que tocar, esta es tu casa.

—Pero ya no vivo aquí. —Puntualizó.

Ingresó una vez que Hinata se hizo a un lado, caminando a un costado de la mansión hasta llegar a la parte trasera, el patio, encontrando a Hanabi recuperando el aliento. Por su condición de ambas, estaban entrenando momentos antes. Él dejo de entrenar con ambas desde que se salió de la mansión Hyūga y sus responsabilidades le impedían tener tiempo libre, más que para salir de vez en cuando con Gai y Lee.

Hinata desapareció entre las puertas mientras Neji cedía a la petición de Hanabi de enseñarle una mejor postura para una técnica, por lo cual se acercó acomodando su cuerpo de una forma más práctica. Posteriormente realizó la misma postura enfrente de la Hyūga para que la visualizara.

Gazes to the soul [Nejiten]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora