Fuerte y Clara

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Ginny regresó hasta los papeles que había estado viendo antes de que Draco apareciera en la cafetería, había tomado los galeones de regreso, y había dejado el café en el mismo sitio donde ella lo puso, resopló indignada, que ella le diera el café no había sido para que se marchara.

Incluso le había puesto un poco de esencia de regaliz, para cambiar el sabor, y hacerlo más dulce, ya que al parecer necesitaba algo así para cambiar ese carácter amargo que siempre tenía, pero si así quería jugar, ella podía hacerlo también.

—Te ves bastante exhausta –murmuró Luna sentándose a la mesa apartada junto con ella.

—Lo estoy, no he parado, supongo que mientras esto se vuelve algo estable necesito estar aquí antes de dejarlo encargado con alguien –sonrió.

—Supongo que sí, pero dime ¿qué pasó con Draco?

Ginny suspiró, se recargó en la mesa dejando los papeles frente a ella, negó, como respuesta y después suspiró.

—Vino un día, le regalé un café y se marchó sin él –dijo como todo.

—Bueno, él no ha estado del todo de buen humor, o eso nos dijo Tim –la observó atenta –supongo que fue algo más que eso.

—En serio, sólo fue eso, se le pasará.

—En serio ¿es que no piensas decirle lo que sientes por él, Ginny? –Comentó un poco triste.

—Que si no pienso decirle eso –se rio –Luna, lo besé ¿quiere un mapa?

—Estoy muy segura que él ya te dijo lo que siente por ti, y besarlo después de que tu ex te mantuvo cautiva y estás un poco asustada, no cuenta como declaración.

—No, yo creo que correr a sus brazos, suplicarle que se quede conmigo y besarlo, es una confesión fuerte y clara.

—Para Draco no –le recordó Luna –además, te recuerdo que para todos, y más para él, estabas en una situación muy vulnerable, no iba a tomar ventaja de eso, lo conoces a la perfección.

Ginny sujetó los papeles de nuevo, con el ceño fruncido, no quería pelearse con ella también así que dejaría ese tema por la paz, ella ya había dicho sus sentimientos, mejor que decirlos, demostrado, era cosa de Draco si no quería tomarlos.

—Vamos a juntarnos, y como sabemos que no puedes y no quieres descuidar el lugar, espero que no te moleste que vengamos aquí, para que te nos unas cinco minutos cada veinte –sonrió.

—Claro que pueden venir, pero lo dudo, Luna, no quiero incomodarlo –sonrió.

—Bueno, esa será tu decisión, pero estás más que invitada a reunirte con nosotros, lo sabes.

—Gracias, que bueno que lo dices, prepararé sus sabores favoritos personalmente.

—Maravilloso –sonrió y se puso de pie –suerte con tus papeles de Gringotts.

—Gracias.

Draco entró de nuevo a la cafetería de Ginevra, había pasado casi un mes desde que había ido por última vez, y dejado su café ahí, ella no lo había buscado y él tampoco había dado su brazo a torcer esta vez tampoco, así que entró buscando a sus demás amigos, sin prestar mucha atención a lo hermosa que se veía ese día, con el cabello sujeto en un moño un poco flojo, o los mechones rebeldes que habían escapado, dándole un aspecto tierno.

—Por acá, Draco –gritó Luna.

Aquello logró que la pelirroja levantara la vista hasta él, esperó una sonrisa dulce de bienvenida, o al menos de que los rencores se habían olvidado, pero no, bajó la mirada de inmediato en sus asuntos en la caja.

Así que él avanzó decidido a la mesa de sus amigos, si ella quería seguir teniendo esa actitud, bien por él, ya no iba a rogarle ni a presionarla.

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