Lungta, también conocida como el «el caballo del viento», la alegoría del alma humana en las religiones chamánicas, y en el budismo tibetano es la representación de los puntos cardinales entre cuatro animales. También es la bandera de la plegaria, representada en esta ocasión por cinco animales. Una criatura que simbolizaba la buena fortuna.
¿Buena suerte al encontrarme con ella? Lo pongo en duda.
Para cuando despierto ella no está en el lugar, aunque puedo oír su chirriante e infantil risa muy, muy lejana. Es el momento para ver si me encuentro en otro lugar, una habitación distinta a la de Anubis. Y nada. Todo es exactamente igual: Las mismas paredes negras, la estúpida puerta hecha con tiza y abierta, el techo insondable, la extraña luz que nunca parece mostrarse pero que ilumina... Nada más. Todo igual. La única diferencia que puedo vislumbrar es que no veo el asiento de Anubis, y a él tampoco.
¿Qué aspecto tendrá ella? Yo la imagino como una chica aparente joven, posiblemente una adolescente delgaducha y risueña. El cabello largo en un trenza, largas extremidades y una mirada arrolladora. ¿Sería así? ¿Estoy equivocado? Bueno, mi conocimiento en este lugar es exactamente de un cero por ciento, ya que normalmente quedo suspendido en el aire después de morir y algo me empuja a a volver. La misma sensación que sientes cuando alguien te despierta con un cubo de agua helada.
—¿Lungta? —pregunto en voz alta—. ¿Puedes presenciarte, por favor?
—¿Sí?
Casi siento que mi corazón se me escapa de la boca al verla aparecer de ese modo. Tengo delante a mis ojos a una niña de no más de nueve años, pelo castaño y rebelde hasta la mitad de la espalda, extremidades largas y cuerpo delgado. Sus ojos son color avellana y si miras por mucho rato sientes vértigo, además de que no tiene una sonrisa perfecta, sino que le falta un diente.
Toda una sorpresa, tengo que admitirlo. Porque mi imagen de deidad, ser sobrenatural o lo que sea con ese nombre, me la imaginaba mucho más... ¿madura? Pero no, es una mocosa que no medirá más de metro treinta, con suerte.
—Espacio personal. —La aparto suavemente, a lo que ella no tiene ningún problema en torcerme un dedo con una fuerza sobrehumana al apresarlo. Siento las ganas de gritar, aunque no siento dolor, aunque la sensación es bastante intensa.
Me suelta de inmediato al verme la cara fruncida, aunque parece bastante divertida con ello.
—Está feo tocar a una chica, ¿sabes? —se aleja, riéndose, hasta un sillón de colores tierras y apariencia antigua; un poco desgastado.
—Culpa mía, no se repetirá —me disculpo y, aunque dudo, me recoloco el dedo en su sitio. Al menos sé que estas cosas puedo hacerlas aquí, ya que en la vida real esto es muy doloroso y hace falta mucha sangre fría para no gritar —. ¿Dónde está Anubis?
La niña vacila un momento antes de ponerme mala cara. No estoy muy seguro de si se siente insultada, ofendida o menospreciada, pero desde luego que esa mirada no muestra nada bueno. No me extrañaría que se le ocurriera la idea de partirme en dos, arrancarme el brazo y tirarlo al vacío del techo o cualquier cosa. Esa niña parece peor que él, eso sin duda.
—¿Para qué quieres hablar con ese nerd? ¡Yo soy más divertida! —Se pone en pie sobre el sofá mientras estira los brazos. Luego los sacude tan rápido que parece un pájaro que recién intenta volar, y para mi sorpresa lo consigue. Sólo puedo quedarme ahí de pie, boquiabierto y con cara de idiota preguntándome si esto es real.
—Responde mi pregunta y yo responderé la tuya —digo antes de que ella se lance hacia mí, obligándome a tumbarme en el suelo. Esto es una locura y no le encuentro sentido a nada de lo que pasa en este maldito lugar.
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𝔸𝚜𝚋𝚎𝚕 [También en Inkitt]
FantasyPara la muerte es un soldado encubierto, quien no será auxiliado; para los Dioses del mundo un juguete con libre albedrío, que será injustamente estudiado. Asbel posee una inmortalidad cuestionable, una suerte que da risa, y es la diana perfecta par...