Sueño aquella vez en la que me había atacado un lobo cuando fui bastante joven, recibiendo una de las muertes que, a día de hoy, me siguen afectando cada vez que esa ensoñación acude a mi mente para plasmármela. No es que le tenga miedo a los lobos, pero no es una sensación agradable sentir cómo sus dientes se clavan en mi garganta para, poco, después arrancármela y así alejarse mientras me desangro en el suelo para que los cuervos termine de arrancarme las últimas briznas de aliento y vida.
Aunque muerda y vuelva a vivir, la sensación se queda instalada un tiempo determinado en tu cuerpo; y después pasa a enquistarse en tu mente como un trauma. Se vuelve un fantasma que se une a la familia, uno más antes de su inclusión que la agranda.
En el sueño estaba buscando bellotas y raíces, ya que había investigado —gracias a algunos agricultores— que por la zona la naturaleza era muy generosa. Lamentablemente los animales salvajes eran el mayor problema, la barrera que los empujaba a mantenerse alejados de los bosques y veían peligroso que un chico joven fuera solo.
Los árboles me parecieron gigantes de madera, y entre sus ramas los tonos verdosos y tierras se enlazaban como si se asemejaran a dos pinturas en un mismo lienzo. Hermoso, tranquilo, pero invitando a los incautos como yo a morir bajo su ramaje. Quizás fue la valentía o la estupidez, e incluso la ingenuidad, la que me empujó a adentrarme y comenzar a comprender lo que era ser un superviviente en mi día a día, sin importar lo que pasara.
Me valdría de mi inteligencia y mi instinto.
Sin embargo tanto lo que pasó en el sueño como en la realidad, fue algo que jamás iba a poder olvidar por mucho que lo intentara. Morí de una de las formas más dolorosas y agónicas que pude experimentar siendo un muchacho demasiado joven. Sentí la piel y la carne desprendiéndose de mi cuerpo, la sangre recorriendo el delgado torso y las manos no podían detener el sangrado, la ausencia de aire, la figura animal marchándose rápidamente antes de que los cuervos terminaran de rematarme.
Y después oscuridad.
Sí, luego volví a vivir, aunque no con la información que tengo actualmente. Ahora soy más listo, estoy más preparado y tengo formas de defenderme en el caso de que eso vuelva a ocurrir en esta época.
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—Para... —masculla Kael quien me ha terminado de despertar del sueño, al parecer él está soñando también y no parece muy contengo.
—Joder, había olvidado que él estaba aquí... —Pongo los ojos en blanco y miro de reojo mi despertador, el cual marca las 4:42 AM.
Kael está pegado a mí del mismo modo que lo haría un mono recién nacido con su madre. Me sujeta con firmeza, aunque con la contención adecuada para no dejarme ningún cardenal futuro en mi piel. El frío que habitaría en mi cuerpo, ahora no es más que un calor ofrecido por el cuerpo del hellhound, equilibrándose con la doble manta que cubre nuestros cuerpos.
La idea ha sido suya seguro, en algún momento se habrá levantado para colocar la suya y así arrancarme todo el frío que suelo acumular. Pero lo peor es el olor, esas malditas feromonas me hacen respirar un poco agitado y a él, al parecer, parece que le ponen muy cachondo aunque siga soñando y pegado a mí.
Su cabello negro está revuelto y desde mi cercanía soy capaz de observar que posee algunos pelos de un color que no sé si es blanco o gris, entre un manto de oscuridad que tiene por cabellera. Una salvaje e indomable, como claramente es su personalidad. Aunque en este estado actual no estoy seguro de si es correcto llamarlo de ese modo, por eso lo pongo en tela de juicio; está tan pegado a mí que soy capaz de notar todos los anchos músculos en mi epidermis. El pelo de su pecho y el reguero que esconde hasta ocultarse en el bóxer ajustado, la pronunciada erección que calienta la tela, el agarre para no dejarme escapar... No hay rastro de ese desapegado chucho egocéntrico que sólo piensa en si mismo.
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𝔸𝚜𝚋𝚎𝚕 [También en Inkitt]
FantasíaPara la muerte es un soldado encubierto, quien no será auxiliado; para los Dioses del mundo un juguete con libre albedrío, que será injustamente estudiado. Asbel posee una inmortalidad cuestionable, una suerte que da risa, y es la diana perfecta par...