A veces todo pasa antes de que quieras darte cuenta, en tan solo un parpadeo o siquiera un momento que se asemeje a una eternidad. Así me sentí anoche antes de despertarme de nuevo: En un principio noté que todas mis emociones explotaban como bombas, una a una, mientras los hilos que ataban mis nuevos sentimientos se desprendían y salían disparados para chocarse contra alguna pared invisible; después llegó el calor que emanó de mi cuerpo, la luz que alumbró la habitación oscurecida por el cielo nublado y la cortina tapando las puertas acristaladas del balcón, las punzadas en la espalda como si algo intentara salir de dentro hacia afuera lo que lo hacía ser todo muy incómodo; las palabras pícaras en un juego de tentaciones, la fuerza extra para mantener un control físico, y también esa sensación de que no quería que el día terminara pese a mis nuevos descubrimientos. A duras penas conservo el momento en el que Kael lo tiré en su cama, la rodeé, me senté ahorcajadas y sentí que su sexo entraba tan adentro que sentí bañarme en lava.
Todo iba moviéndose, fotograma a fotograma, y cuanto ese cabrón se puso a hablar me dolía demasiado el cerebro para poder entender la conversación que estuviera teniendo con el hellhound. No escuché nada, no podía concentrarme en leer sus labios, hasta que los ojos de él cambiaron y mi corazón se detuvo por un segundo: Tres colores en ambos iris, como si tres identidades habitaran un mismo cuerpo que era liderado por una de ellas. El rojo, el color de la sangre y la sexualidad.
En cuanto supe que esa cosa se fue de mi cuerpo, todo me daba vueltas y ya no podía pensar. El muy hijo de puta se encargó de anestesiarme, dejándome a mi suerte sobre un perro que me folló tan fuerte que sentí que me partiría en dos; ni siquiera se me salían las palabras cuando él no dejaba de hablarme —entre ansiosas embestidas—, besarme y morderme en todos los rincones, y mucho menos pude ofrecer una lucha que sirviera siquiera para divertirle.
Me sentí inútil.
Recuerdo también que en su cama sonó mi voz tan alta que, Kael, tuvo que silenciarme con un beso, uno largo que me extirpaba el aliento. Estuvo pletórico, extasiado, y tan cachondo que no se estaba dando cuenta que mis sonidos eran reflejos del calor que inundaba mi cuerpo cada vez que un chorro denso y ardiente de esperma entraba dentro de mis entrada. Perdí la cuenta de las veces que llegó al éxtasis, del tiempo que estuvimos ahí antes de que me llevaba hasta mi cama de nuevo y volviera a follarme con una fuerza que jamás había vivido en las pocas ocasiones que nos hemos acostado en meses.
Me inmovilizó de las muñecas con sus manos, me llenó el pecho de mordidas y el cuello de besos de baba caliente, una marca de dientes en el otro glúteo para hacer pareja al compañero de la mañana. Pero lo que le siguió de principio a fin —antes de que el cansancio me pegara un puñetazo para dormirme de inmediato— fue su mirada; al principio tricolor, y después únicamente roja. Roja como la sangre que manchaba mi piel cuando me mordía con ansiedad, como la lengua que investigaba mi boca para silenciar mis gritos, como el color de su aura en plena luna llena; pareciendo una cortina de terciopelo llena de pequeñas joyas incrustadas delicadamente de arriba hasta abajo.
Fue una vista hermosa, un sexo cojonudo y una noche muy distinta con la que yo no podía jamás haber planeado; a sabiendas que al día siguiente era el momento de la verdad. Entrar en esa habitación oscura con la llave que descansa en el cajón de la mesita de noche.
Cuando abro los ojos a duras penas hay luz suficiente dentro para saber que estamos al día siguiente, el día señalado. Puedo escuchar a todos dormir en sus camas —incluso a los lobos, cosa que me parece un poco rara dado el día que es—, y Caleb terminando de vestirse con calma frente al espejo de su armario. Va a irse con Salomón a una de esas citas que tendrán porque son novios, el título oficial que Kael y yo todavía no tenemos porque... no sé realmente qué somos.
ESTÁS LEYENDO
𝔸𝚜𝚋𝚎𝚕 [También en Inkitt]
FantasiaPara la muerte es un soldado encubierto, quien no será auxiliado; para los Dioses del mundo un juguete con libre albedrío, que será injustamente estudiado. Asbel posee una inmortalidad cuestionable, una suerte que da risa, y es la diana perfecta par...