𝕮𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘 22. 𝕰𝚜𝚝ú𝚙𝚒𝚍𝚘𝚜 𝓟𝚎𝚛𝚛𝚘𝚜...

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Es lunes y he muerto tantas veces que, entre los reinicios he descubierto varias cosas: Mi asesino es un chico-serpiente, de estatura baja, aspecto desaliñado y ojos desorbitados. Un perturbado, o alguien que parece mirarlo todo con una acentuada mirada de locura. En ningún momento me he defendido, al menos no en los primeros ataques mortales, sino que los he aceptado del mismo modo que lo aceptaría si un insecto me picara o un gato me clavara su pequeños colmillos.

Hasta que un lunes en concreto me cansé y le di caza para atraparlo en una situación imposible de evitar, consiguiendo que El Consejo Disciplinario terminara por encargarse de él.


Elys no me habla, no me ha dirigido la palabra durante todo este tiempo, pero sí he podido captar expresiones de profundo dolor. Estoy seguro que ella sabe cómo ha terminado la cita, la cual ha resultado ser catastrófica. ¿Será consciente del precio qué tengo que pagar por todo lo que ella me había confesado? ¿Es consciente de qué estoy condenado a una muerte eterna, que las cosas siempre me salgan mal y que no valgo para ser querido por nadie? Sí, seguro que lo sabe; lo sabe todo, aunque diga que ella no controla el futuro de nadie. Sólo es cuidadosa, y sin embargo el último lunes me termina regalando una perla para que la una a mi colgante.

En esos numerosos lunes, Kael ha hecho lo que hace de normal; como si la luna llena hubiera llegado a su fin de un cortejo y ahora sólo es una bomba emocional que actúa desbocadamente. Sigue siendo ese perro idiota, desagradable, malhumorado, quejumbroso, asqueroso y que dan ganas de matarlo a puñetazos. Ha vuelto a ponerse sobre su cabello negro la corona de « El rey de los idiotas » para seguir con esa vida de líos de faldas, peleas con todo el mundo, vomitarle bilis a todo aquel que se le cruce en medio y mirar a la gente por encima del hombro. Es como si todo lo que había pasado no hubiera existido, que ahora pasara de ser una realidad para transformarse en un recuerdo. 

Siento esta la verdadera « normalidad » que tendría que haber sido y no la que viví con tantos altibajos.

Los demás, por su lado, también siguen haciendo sus cosas: La popularidad de Auro sube como la espuma y ha decidido meterse de cabeza en « el club de comunicación »; Caleb ha presentado oficialmente a su nuevo novio, Salomón, un vampiro de segundo año con el que se ha metido en « el club de arte dramático » (quizás para estar más cerca de su nueva pareja); Ewan se ha apuntado poco convencido a « el club de gimnasia artística » —aunque le está dando vueltas para meterse en otro sitio—; y Gwen parece que ha elegido « el club de tecnología y robótica » con más énfasis de lo que cabe esperar. Creo que hay algo más, sólo que aún no lo he descubierto y el tiempo me dará la razón.

Éstos últimos han demostrado con el paso del tiempo que la relación con sus padres parece haber mejorado mediante las cartas; al menos eso es lo que he descubierto mediante los reinicios y un par de charlas entretanto.

Kael y yo... bueno, digamos que somos los que sobresalimos de mala manera.

Mientras que a él le han llovido peticiones: artes marciales, armamentística especializada, atletismo, modelaje, mecánica, cocina, fútbol, rugby, carpintería... el hellhound no acepta meterse en ninguno sin dar ninguna explicación. Los rechaza todos con una actitud agresiva, como si ellos tuvieran la culpa de algo y tengan que pagar su constante mal humor con gruñidos graves y miradas asesinas.

Yo, en cambio... no me ha llegado ninguna petición en realidad; y tampoco hago el esfuerzo de meterme en ningún momento porque no es algo que me interese incluirme. Además, ¿quién querría tenerme en un lugar en el que inhale el olor de la muerte —aunque tenga el collar—, y sea una diana de muertes; además de chismorreos?

𝔸𝚜𝚋𝚎𝚕 [También en Inkitt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora