Capítulo 2

304 11 0
                                    

¡Puto despertador! ¡Nisiquiera sé por qué tengo uno! Mis días de escuela por fin terminaron. Perdóname querido no tan querido despertador, no quize golpearte, bueno sí quize.
De mala gana desactivo la alarma, ese molesto ruidito repetitivo que hacen a mis oídos sangrar, cambio mi pijama por ropa cómoda para ir por un café. Normalmente me visto con jeans oscuros, alguna blusa con un estampado estúpido, una mascada para ocultar el estampado estúpido y mis vans negras. Cepillo mi cabello y me pongo un gorro de tela encima para ocultar el nido de pájaros que no pude desenrredar.
Al salir a la calle un frío viento me golpea la cara haciendome cerrar los ojos de golpe y seguido de esto, estornudo. Creo que me resfriaré. ¡Gracias majestuoso viento por arruinarme mi otoño!
Acostumbro salir a caminar cuando no tengo nada que hacer, pero siempre con mis audífonos puestos a todo volumen. Puedo salir semidesnuda a la calle pero con mis audífonos puestos. Bueno, no. Pero entendieron mi punto.
Tras recorrer unas cuantas cuadras, me detengo en la esquina en la que se encuentra el café, "Starbucks". Aún es muy temprano, debe de estar algo solo. Perfecto.
El ambiente dentro del café es mucho más cálido del de afuera. Hace dos días perdí mi suéter favorito y me rehuso a usar uno distinto, es algo así como una huelga de frío, gracias a eso me enfermaré. Viva yo.
Desde la pequeña mesa de la esquina en la que me senté puedo observar a tres personas muy, muy aburridas. Esta un chico, guapo... Pff, muy guapo, guapísimo, frente a mi haciendo algo en su laptop y tomando un café. Esta muy calmado, dudo que esté viendo pornografía. En un sillón negro esta una señora de mínimo 50 años hablando por teléfono, anotando cosas e igualmente tomando café; y por último, la chica de la caja registradora. Prendo mi laptop, porque pienso que el estar observando gente es algo acosador, y abro mi cuenta en twitter, abro mi libro en donde el separador me indicaba que lo abriera y me coloco los audífonos en mis oídos.
Creo... Eh, creo que me falta algo.
¡Mi café! Mi bendito café, claro. Estoy en un café sin un café en la mano, pero qué tonta.
En la caja le pido a la chica un café grande y es muy amigable conmigo. Muy bien lacaya, así me gusta. Pocos minutos despúes me entregan mi café, pero... la chica al entregarmelo en la mano, se tropieza con nosequédiablos y derrama mi café sobre mi brazo.
-¡Qué mierda te sucede, estúpida! ¡Esta mierda arde! ¡Arde mucho!
-Lo-lo-lo siento muchísimo, señorita. Pu-pu-puedo preparale otro si gusta -pobre chica, no era mi intención asustarla. Creo que le cree un trauma psicológico. Bah, la perra lo tenía bien merecido.
-Si, por favor. Prepáramelo.
-Enseguida, señorita.
Al girarme para sentarme en mi lugar me di cuenta de que en la fila, que se había creado hace poco, todos me observaban con desaprobación. También el chico guapo me miraba, pero el lo hacía con algo de gracia. Agh.
-Una foto dura más -contesté de forma grosera a todos, pero mirandolo directamente a él.
-Aquí esta su café. Perdóneme por lo ocurrido, espero lo disfrute -la chica, la cual acabo de ver su nombre en su gafet, Sandra, me mira arrepentida.
-Gracias, y para la próxima, si vuelves a tirarme mi café en mi brazo, el tuyo tendrá quemaduras de tercer grado. ¿Entendido, Sandy?
-S-s-sí. Lo siento muchísimo.
-Si, ok.
Cuando me dirigía hacia mi cómodo asiento, una vieja susurró algo.
-¿Disculpe? No la escuché muy bien, repítalo en mi cara, por favor -me puse frente a ella, debido a su edad y estatura, estábamos cara a cara.
-Dije, chiquilla malcriada, que no puedes tratar a la gente así.
-¿Y usted cree, vieja menopáusica, que apuntándome con su arrugado dedo me hará cambiar? -indignada, abrió la boca para hablar, pero mi heroíno intervino.
-Chicas, chicas. No hay por qué pelear en espacios públicos como este. Estan ocasionando un espectáculo. Ese niño esta grabándolas -apunta hacia un pequeño con un iPhone que sí, nos grababa.
-Pequeño demonio, guarda eso -lo amenazé mientras me soltaba del agarre de la mano de mi heroíno con hermosa sonrisa colgate.
-Wow, wow.. Tranquila leona -me sonrió. Oh por Dios. Oh por Dios.
-Leona mi trasero.
-Muchachos hormonales, quiero comprar mi café, al igual que estas personas formadas, ¿pueden parar ya? -claaaro, la vieja levanta banderita blanca.
-Mire, pasita, no es problema mío el que Sandy Barbie esté mas interesada en mi que en venderles su rancio café.
Inmediatamente la rubia se apresuró a servir café y frapuccinos y capuccinos y todo lo que termine en ccino.
-Demandaré este lugar -susurro ya harta del dicho espectáculo y aplasto mi precioso trasero en el aguado sofá para continuar con lo que hacía cuando llegué.
El chico de nombre desconocido, aún, hizo lo mismo con una sonrisa traviesa en los labios. Me pregunto qué le causará tanta gracia.
Pasaron unas cuantas horas en las que solamente leí, escuché música, publiqué tweets y tomé café. Cuando me percaté de que me lo había acabado, me paré a tirar el vaso sin café en la basura, pero al pararme, escuché que un niño de la mesa de al lado le susurraba a su mamá:
-Mami, ¿por qué esa chica tiene sangre en su pantalón?
A lo que la madre le respondió igualmente susurrando:
-No es sangre hijo, así es el pantalón. Ya no la veas.
Me espanté muchísimo y como acto reflejo me toqué el trasero. Efectivamente. Estaba húmedo y mis manos manchadas de rojo. Trágame tierra.
Reviso el sillón pero este no está manchado, ¡es un milagro de otoño!
Debo salir de aquí lo mas pronto posible.
En mi cabeza suena la musiquita de Misión Imposible a medida de que avanzo cuidando que nadie observé la explosión roja en mi pantalón. Ya casi salgo.
Cuando paso justo al lado de la mesa del chico guapo, mis nervios aumentan y me tropiezo con mis propios pies. Santísima mierda.
-Te ayudo a levantarte, linda -como buen caballero que es, se para y me da las manos. Pero con mis cosas desparramadas en el piso y yo... en mi situación, niego rápidamente con la cabeza.
-Vamos, déjame ayudarte.
No insistas por favor.
-Ven -en un jalón ya estoy en sus brazos, pero me separo rápidamente. Me agacho a recoger el libro, la bolsa de la laptop y el ipod sin recordar que parecía que había matado a alguien con mi propio trasero.
-Oye, creo que tienes, eh...
-¡Nada! No tengo nada -mi sonrisa nerviosa me delata. Diablos -.Eh, hasta luego.
Salgo corriendo de Starbucks lo más rápido que mis piernas me permiten hasta llegar al edificio de mi apartamento y por fin respirar. Qué maldita vergüenza.
Subo a mi apartamento y voy directamente a mi habitación para poder deprimirme sobre lo estúpida que soy.
La peor parte fue la vergüenza, definitivamente. Tal vez no estaba en mis cinco sentidos. Soy la clase de chica que los calla a todos sin siquiera decir una sola palabra. Si el chico del café hubiera sido quizá otra persona, le hubiera mostrado mi manchado trasero en la cara para después decir algo grosero logrando que se sintiera ofendido y como a la chica, causándole algún tipo de trauma.
¿Qué carajos pasó ahí? Esa no era yo. "Si el chico del café hubiera sido quizá otra persona" ... ¿Enserio dije eso? Mis subconsiente me grita ¡Te gusta!
¡No! ¡No, mil veces no! Bueno, la idea de mostrar mi indeferencia y portarme grosera pasó por mi cabeza hasta que... ¿Lo vi? ¿Es eso posible?
¡No! ¡Kina, por Dios! Borra esos pensamientos de tu cabeza, niña mala, muy mala. Tienes que distraerte más, maldita sea. Aunque quiera, no puedo eliminar la imagen de chico del café de mi cabeza.
Basta, Kina. Así empieza todo. Basta.
Tal parece que el Starbucks de la esquina se ha borrado de mi lista mental de "Lugares favoritos" y ha pasado a la de "Nunca en tu puta vida vuelvas a ir a ese lugar".

No lo toquen, perras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora