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La vida de Jin Liang no fue la mejor, pero tampoco fue un desastre. Tuvo a su alcance todo lo que quiso, excepto una cosa: ver a su amada ser feliz. 

Jin Shuang conocía a su amada desde que eran niñas, vivió junto a ella momentos muy importantes; la vio crecer, enamorarse, sufrir, casarse y tener un hijo. De una forma u otra estuvo presente siempre en la vida de su eterno amor no correspondido, hasta el día de su fatídica muerte. Fue por eso por lo que trabajó tantos años hasta perfeccionar el método que la ayudaría a cumplir su propósito, traerla de regreso. Estaba más que decidida a hacerlo.

Había escuchado, hacía ya muchos años, de un sacrificio para traer almas malvadas o demoníacas para que cumplan el deseo o última voluntad de la persona que ofrecía su cuerpo; sin embargo, no era lo que necesitaba, ya que, a quien ella quería traer no era alguien maligno, sino todo lo contrario, un alma pura y noble, cuyo destino fue trágico y doloroso. 

Todo comenzó un día que servía el Té a Madame Jin, Qin Su y sus invitados en la Torre Jinlin

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Todo comenzó un día que servía el Té a Madame Jin, Qin Su y sus invitados en la Torre Jinlin. El líder de Secta Jin GuangYao tenía una reunión importante con algunas personas de clanes pequeños que solicitaban su ayuda, por lo que, Jin Liang debía estar ahí y escuchar, aunque no quisiera, lo que los demás hablaban. Se le había hecho costumbre desde que su tía la trajo a LanLing hace ya tantos años atrás para que cultivara y al mismo tiempo sea su dama de compañía, mejor dicho, la mejor  dama de compañía. Los recuerdos de aquella época comenzaron a surgir.

Jin Liang solo tenía seis años cuando comenzó su iniciación en el mundo del cultivo. Fue en esa etapa de su vida donde conocería a quien sería su más grande y único amor, la pequeña ama de la secta Yunmeng Jiang, Jiang YanLi quien era, para su desdicha y pesar, la prometida de su primo Jin ZiXuan. Desde que la vio, supo que aquella niña, de mirada tierna y sonrisa amable, era especial, pues fue la única que la trató como una igual ante los adultos, ni siquiera su primo la trataba así, pero la joven ama Jiang lo hizo. Mientras su tía y Madame Yu tenían su habitual reunión para que sus hijos convivieran unas horas en Yunmeng, los niños fueron llevados fuera del salón de la espada. Jiang YanLi se sentó en uno de los cojines preparados exclusivamente para ella, mientras que ZiXuan vagaba por el salón sin prestarle atención a la señorita Jiang; mientras, Jin Shuang solo se quedaba observando desde la puerta, temerosa, perdida en la inmensidad de aquel lugar, pues ni siquiera se acostumbraba a LanLing y ahora estaba en otro lugar completamente diferente; al notar que la niña no entraba, YanLi la llamó. 

—Ven, no tengas miedo. —El tono dulce de A-Li la trajo de vuelta al mundo; sin embargo, no se movió de su sitio.

Al no obtener una respuesta, la joven dueña de casa se levantó, caminó hacia ella y extendió su mano. La pobre Jin Shuang dio un saltito asustada, ya que no esperaba esa reacción. 

—Pero… Señorita… Jiang… —Entre nerviosismo y miedo, la niña de túnicas amarillas quería salir corriendo, ya que el comportamiento de la joven ama le parecía demasiado extraño. Jin Liang no pudo decir nada más pues la cálida y suave mano de YanLi sostenía la suya mientras comenzaba a jalar, haciendo que la menor comenzara a caminar y trastabillara un poco. 

Sacrificio con aroma a lotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora