Capítulo 13.

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Suspiró mirando a mis alumnos dar el último examen para pasar al siguiente curso. Hace tres semanas desperté en mí cama, al principio fue confuso pero recordé porque llegué ahí. Cuando recité lo que me ordenó decir la bruja, Agatha, admito que tenía miedo de olvidarme de ellos.

Pero los recuerdo. Recuerdo el dolor que les cause y eso me mata.

No puedo negar que me cuesta seguir con mi vida.

Decidí retomar devuelta mí profesión para distraerme un poco y dejar de pensarlos, pero no puedo evitar recordarlos cada momento, son como un recuerdo inolvidable. La noche anterior al igual que las pasadas no he podido dormir, me cuesta borrarlos de mi mente y corazón.

Me odio y odio sentir este vacío.

Me siento incompleta.

Y sé que cometí el error de creer que mí felicidad era estar sentada en un escritorio enseñando, por qué no es así, mi felicidad es al lado de dos hombres lobos y ahora me doy cuenta.

Me levanto del escritorio para evitar que mis alumnos me vean llorar y me apoyó en él al sentir un mareo, debe ser la falta de sueño.

Llevo mí mano a mí frente y con la otra mano me apoyo con fuerza evitando caerme.

—Profesora Astrid, ¿Se encuentra bien? — escucho que pregunta una de mis alumnas, Belén. Esa niña es un amor.

Parpadeó y alzo la mirada.

—Sí, estoy bien — les sonrió y todos volvieron a concentrarse en lo suyo, Lucia mi compañera de clases se acerca a mí, ella da arte e inglés — Lucia puedes mirarlos, iré al tocador un segundo.

—Claro.

—Gracias.

Me retiro del aula y empiezo a caminar por el pasillo, froto mi cabeza con mi mano. Llegó a la puerta del baño y entró. Miro mi reflejo en el espejo, estoy algo pálida. Me mojo los cachetes y suspiré aliviada al sentir el agua fría refrescarme.

—Hola.

Una voz suena a mi izquierda sobresaltándome.

—Por Dios, hola Julia.

Julia Pierce es una maestra de segundo año, tiene un aire parecido a Alison y Emma, no solo físicamente sino su forma de ser. Fue la primera persona en recibirme con los brazos abiertos.

—¿Estás bien? Estas algo pálida — me dice observándome preocupada.

—Es que no comí en el almuerzo.

—Astrid, sabes muy bien que son cinco horas aquí y más si surge una emergencia — de su bolsillo saco una barrita de cereal — no puedes, no alimentarte.

—Muchas gracias.

—De nada.

Sonríe y se observa en el espejo, ella es muy hermosa.

—Ya que hoy es viernes, estaba pensando si quieres ir a comer al nuevo restaurante que abrieron. Necesito desahogarme con alguien.

Río divertida.

—Claro, me encantaría.

Ya que no tengo a mis tres mejores amigas, me vendría bien una salida.

—Perfecto, te paso a buscar a las nueve.

(....)

Me coloco un vestido rojo sencillo pero delicado, unos tacones negros y dejo mi cabello suelto. Me encamino a mi tocador y me siento en la silla, abro el estuche donde tengo algunas cosas de maquillaje que me regaló Emma.

AstridDonde viven las historias. Descúbrelo ahora