Capitulo Uno

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Nueva York Enero 17, 2014

Voy camino a casa luego de un largo día de trabajo en la Galeria de Arte, son las cinco y quince, y mis pensamientos van canalizados hacia mi apartamento, en donde me espera comida del dia anterior en el refrigerador y mi cómoda cama, hace frío y la nieve no ha cesado de caer en todo el día, en mi corto trayecto hacia la estación de tren me siento tentada a comprarme un chocolate caliente en la cafetería de la esquina, pero decido no hacerlo, la ansiedad que he sufrido en estos últimos días sería exacerbado por tan placentera bebida, asi que sigo mi camino.

Este es mi quinto aniversario viviendo en la ciudad de Nueva York, y es la experiencia más revitalizante que he tenido en mi vida, llegué a la ciudad con una maleta en cada mano y una oferta de trabajo que no podía rechazar, aún sigo esforzándome en obtener un puesto más alto en la Galería; pero no puedo negar que amo mi trabajo como asistente de una de las más cotizadas comerciantes de arte de Nueva York. El arte siempre ha sido parte esencial de mi vida, y aunque mis padres nunca entendieron mi pasión, me apoyaron incondicionalmente. Mi familia es hispana y aunque yo también nací en un país latinoamericano; vine a Estados Unidos cuando tenía apenas dos años, así que mi crianza fue ecléctica, crecí en California, Pacific Palisades para ser más exactos, un área en donde abundan familias adineradas, cursé mis años de estudio en la secundaria Palisades Charter High School.

Hace unos meses regrese a visitar a mis padres y cuando papá pasó cerca de la escuela, todos los buenos recuerdos volvieron a mi mente, las ocasiones que con mis amigas hacíamos pequeñas excursiones en sus alrededores o cuando teníamos la clase de Educación Física en los campos de Football, en fin fueron los mejores años de mi adolescencia, me gradué con honores, mis padres orgullosos de mí.

Todas mis amistades eran de descendencia norte americana, así que cada vez que volvía con mis padres a visitar nuestro país de origen me sentía completamente fuera de lugar, no entendía muchas cosas y aunque en casa se hablaba estrictamente español yo pasaba demasiado tiempo con mis amigos, con quienes veíamos las películas más nuevas, y escuchabamos la música del momento, tengo mucha familia en la ciudad de Los Angeles, recuerdo que en las fiestas de Quinceañera (que fueron muchas ese año), yo me sentaba en una esquina completamente asustada, no quería hablar y mucho menos bailar, y me parecía que muchas de las chicas eran demasiado voluptuosas para su edad, lo cual me ponía en desventaja pues mi aspecto no era precisamente el de una de ellas, mi cabello es de un marrón claro, mi tez blanca y los ojos azules; aunque no puedo negar que al pasar de los años desarrollé curvas y ciertos aspectos de mi personalidad me delatan ante el ojo clínico de algunas personas. Considerándolo todo podemos concluir que nunca me he identificado con mis raíces hispanas, pero me siento orgullosa de serlo.

Pero basta ya de cavilar, he llegado a la estación de tren, estoy a treinta y cinco minutos de mi apartamento en el West Village, la locación es de ensueño pues luce como un pequeño pueblo europeo, cerca del río Hudson.

El tren va abarrotado como siempre, es la hora pico, y aunque es mi rutina diaria, siempre me siento asombrada de escuchar a tantas personas hablando diferentes idiomas, razas y culturas entrelazadas en esta metrópolis.

El tren ha llegado a su destino, veo de reojo como una pareja que esta cerca de una columna comienzan a moverse con cadencia, puedo escuchar el ritmo de la música que proviene del teléfono que el hombre sostiene en su mano, soy completamente ignorante en cuanto a la música latina en estos días, pero hay algo en el ritmo que llama mi atención, y puede sonar tonto, pero si alguna persona esta de alguna manera asociada con el tipo de trabajo que hago, sabrán que el arte es muchas veces acompañado de silencio.

Subo las gradas despacio, tratando de prestar atención a letra de la canción que escuchan, sin embargo el ruido del tren que llega pone fin a tan ardua tarea. El trayecto hacia mi apartamento es corto, así que me arrebujo en mi enorme bufanda y salgo de la estación para luego encaminar mis pasos hacia el lugar que he considerado mi refugio por cinco años...

Entre dos Fuegos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora