•Prólogo•

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[~En ese momento sus palabras se transformaron en balas que penetraron directo en mi corazón~]

.

Toda nuestra historia quedaba ahí, toda mi mente procesaba lo que estaba pasando, yo solo lo miraba intensamente y mis ojos le rogaban que no se fuera, que se quedara que lo solucionaríamos juntos. Le repetía que nuestro amor era más fuerte que las circunstancias.

Pero eso no bastó...

A pesar de haberlo perdonado un fallo anteriormente, era él el que estaba renunciando a mí. Y no lo podía creer.
Vi cómo se marchó, como se perdió del mapa y como tan solo él me olvidó de prisa.

Entré en depresión todo ese verano, era mi primer novio, mi amor era demasiado real.

Él estaba esperando un hijo con otra que no era yo, con su ex.

Le escribí muchas cartas que al final quemé, pero un día me desperté con tal valor para escribirle un hola. Como si eso fuera a recuperar algo de nuestro tiempo, como si eso me devolvería mi corazón pisoteado.
Recuerdo que él me respondió un ¿cómo estás?
En ese momento me reí de la estupidez que había cometido. Supe que nunca me había conocido, sino hubiera sabido que estaba hecha polvo por su culpa.

Idiota.

Intercambios algunas charlas fugaces y nada más. Supe que estaba yendo a un camino sin salida y que ya estaba todo perdido. Ahora no sé nada de Alexander. Hace unas semanas vi una publicación creo que referente a su hijo, buenas nuevas es una niña.
La misma que de tantas veces idealizamos él y yo. Ese era el plan Alexander que fuera nuestra. No que me sacaras de tu vida por causa de esa criatura. Me siento patética.

—Disculpa ¿Puedo sentarme a tu lado?

Lo miré por primera vez, piel canela como yo, ojos verdes, cabello castaño ondulado, sonreí y asentí.
El chico sonrío ligeramente y nuestros hombros sintieron un roce, ambos nos dimos cuenta ya que nos miramos incómodos.

—Lo siento. —Dijo con aquella voz grave.

—No pasa nada. —Solté para cerrar el tema.

El metro como de costumbre en hora pico estaba hasta la zapatilla, suspiré y abrí aquel libro que aparentemente venía leyendo,digo aparentemente porque venía recordando mi pasado.

No me he olvidado de Alexander.

Venía leyendo el nobel de García Márquez titulado "La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y de su abuela desalmada."
Lo sé me abruma los títulos largos, pero la historia me estaba atrapando.
Estaba ya casi en el final, de reojos vi como mi acompañante miraba curioso hacia mi lectura. No le presté atención.

Sin embargo, llegué al final desgarrador y no me contuve y lancé un comentario al aire sin percatarme que no estaba sola.

—¡Cómo es posible! Cómo ella se atrevió a dejarlo. —Vocalicé molesta

Abro mucho los ojos al darme cuenta que algunos me miran como el chico de ojos verdes, pensaba dejarlo pasar me he vuelto una persona fría y que le resbala cualquier tipo de comentario de la gente.

Aquel chico se rió de mi cara y lo fulminé con la mirada, entonces él se aclaró la voz.

—Yo también pensé lo mismo cuando terminé ese libro. —Soltó con su cara cómica.

—Ohh —Dije como idiota.

—Me llamo Santiago un gusto chica lista.

Pestañeo dos veces, acaso me está tirando los perros en el metro
¿Qué se cree?

—¿Disculpa? —Interrogué

—Lo digo porque tienes buen gusto para la lectura, no por nada más.
—Suelta él

Antes de poder contestarle, él se levanta y se baja en la próxima parada, dejándome a mi completamente confundida.
Juro que si lo veo le diré que ni siquiera es encantador, ridículo.

—"Me llamo Santiago un gusto chica lista" Ashh —Imito sus estúpidas palabras en voz baja y me hierve la sangre todavía en el momento que bajo del tren.

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Un saludo❣

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