Capítulo 11

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Subimos en elevador, que pareció tardarse una eternidad.

—¿Puedo quedarme contigo? —pregunté cuando las puertas se abrieron.

Besó mi frente y sonrió.

—Ni siquiera deberías preguntarlo.

Pasó la tarjeta por su puerta el chasquido confirmó que estaba abierta. Entramos. Saqué mi bleiser por los hombros mientras Mick pasaba de nuevo la tarjeta por la abertura.

Sentí que posaba sus manos en mis caderas, giré un poco el rostro sonriente.

—Amo este escote... —dibujó una línea de besos de un hombro al otro.

La sangre me empezaba a bombear a mil por hora. La respiración se me dificultaba al punto de que creía que pronto caería en la inconsciencia. Mick hacía que todo lo que estuviera a mi alrededor con él presente fueran cosas que pidieran mi atención a gritos.

—Lo elegí sólo para ti —musité extasiada.

—¿Sí? —subió las manos a mi cintura, acarició mis costillas.

Asentí. Volteé para unir nuestros labios. Mick me besó suave disfrutando y saboreando mis labios, yo hice lo mismo mientras acariciaba su pecho. Dibujó el perfil de mis labios con su lengua seductora, aproveché para morder su labio inferior.

Sentir aquellas sensaciones provocaba que mi alma viajara a otras galaxias, mi corazón parecía experimentar taquicardia en doble tiempo, mis sentidos imploraban tocar, oler, ver y oír su cuerpo, sentirlo tan mío como él a mí, la orientación parecía cambiar su sentido pues esa brújula de direcciones que todos poseemos, se descalibraba, sólo me indicaba que el punto cardinal más importante era él, no había norte, sur, este y oeste, sólo era esa M que impulsaba mi camino, mi destino y mi futuro, con él me sentía orientada hacia todos los puntos en los que podría enfocarse mi vida.

Bajó el rostro hasta posar sus labios en mi cuello donde torturó mis sentidos a un nivel elevado. Empecé a quitarle el saco torpemente, él se dio cuenta y se lo sacó más rápido y lo tiró por allí. Tomó mi rostro con ambas manos, miró cada parte, cada centímetro detenidamente, no había prisas. Besó mi frente, cejas, párpados, pestañas, nariz, mejillas, mentón, labios. Ese beso duró por lo que parecieron siglos, cada momento lo disfruté, lo sentí mío.

Acarició mi espalda con dos dedos pero eso fue suficiente para provocar que mi piel se erizara completamente y además extasiarme, perder el control.

—Te deseo, hazme tuya. No quiero esperar más. Quiero esto así como te amo. Deseo esto más allá de lo imposible y verdadero —susurré en su oído mientras me apretaba a su cuerpo.

No respondió sólo jaló de mi mano y me llevó a la habitación. Al llegar se separó para poner en funcionamiento su equipo de sonido, colocó su iPod y eligió nuestra canción Can't Help Falling Love. Tomó mi mano y empezó a moverse al ritmo conmigo pegada a su cuerpo. Tarareaba partes de la canción en mi oído, las que más estuvieran relacionadas con nosotros.

Absorbía su aroma, su perfume natural, aquel que desde que lo conocí me volvía loca y el cual podría reconocer aquí y en la Patagonia. No había explicaciones para decir lo que sentía sólo creo que lo podría comparar con volar, sentirte libre y fresca, poder ver tu rumbo y saber a dónde quieres dirigirte.

Despegó su cabeza de mi hombro, miró mi rostro con dulzura, con amor.

—Pasamos de lo imposible a lo verdadero —pegó sus labios a los míos.

Posó una mano sobre mis hombros y empezó a besar mi clavícula mientras bajaba el tirante del vestido. Me quedé algo inmóvil pero el sonido de nuestra canción me hizo volver en sí. Bajó ambos tirantes y se puso tras de mí, besó la zona de los omóplatos y fue bajando la línea de besos hasta mi espalda, mientras removía el vestido. La prenda luego de lo parecieron siglos cayó a mi alrededor, salí de ella.

Falacia del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora