Capítulo 4

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Los dos días siguientes pasaron volando. El miércoles llamé a mi tía Wen para preguntarle sobre el entierro dijo que para ser un día triste no se llevó acabo así puesto que mi padre había dejado estipulado, de manera irreversible, cómo quería su funeral. Ya sabía toda esa información pero me alegraba que se cumplieran sus últimos deseos. El jueves me la pasé diseñando para el proyecto, si ganaba sería un sueño hecho realidad. Aquel jueves sólo me dediqué a diseñar sin parar hasta que sentí que los ojos se me cerraban y me quedé dormida encima de la pila de hojas.

Viernes. El alarma sonaba sin cesar, la quise tirar pero recordé que papá me la regaló entonces me retracté. Salí dando tras pies y me metí a la ducha. Preparé mi desayuno mientras me deleitaba con las canciones de Coldplay, sí que amaba sus temas. Llámenlo positivismo pero el día empezaba a tener buena cara. Mi outfit hoy era sencillo pero a la vez cómodo, consistía en un vestido print floral de colores violetas con finos tirantes y un escote recto, sandalias blancas de plataforma, unos pendientes de perlas doradas y una cartera blanca cuya correa era larga; me llega hasta la mitad del muslo. Mi cabello era ondulado pero sabía controlarlo, así que lo dejé suelto, no sin antes aplicar un poco de crema para disminuir el frizz. Perfecto.

Salí de mi departamento y me dirigía al elevador cuando vi que Mick se dirigía hacia el mismo lugar. Oh. Su mirada me recorrió de pies a cabeza, no me hizo falta verlo para sentir sus ojos clavados en mí. Cuando llegué las puertas del elevador, este se abrió y juntos entramos.

—¿Alguna ocasión especial? Porque hoy luces de escándalo —dijo penetrando mis ojos. Mi piel quemaba por sentir su tacto y a la vez por lo ruborizada. Traté de aclarar mi mente. Él con sólo unos pantalones, camisa y sandalias deportivos lucía espectacular.

—En realidad no, sólo es como... una manera de hacer mejor mi día —contesté. Nunca pensé que llegaríamos a encontrarnos.

—Bueno pues si no regresas hoy al edificio, lo entenderé —dijo algo molesto y evitó mirarme.

—¿Qué insinúas? —dije algo molesta

—Es obvio que vas a una cita con alguien. Sé que no me debería interesar pero... en fin si no regresas ya tengo respuestas.

Me enfureció.

—Bueno creo que eso no sería tú problema. Y sabes, te estas contradiciendo porque ese día que fui a tu departamento dijiste todo lo contrario, si eres un mentiroso dímelo ahora porque las mentiras las odio.

En efecto odiaba las mentiras desde que tenía uso de razón las mentiras y yo no confabulábamos. Una vez papá me llevó con mentiras al dentista y para mostrarme educada entré al consultorio. Cuando llegamos a casa le dije que era el peor padre del mundo por mentirme, tenía 7 años, y que ya no iría nunca más al dentista si volvía a engañarme. Esa noche me disculpé con él, le dije que sólo había dicho eso porque estaba enojada pero le hice prometer que nunca más me mentiría.

—Yo no quise decir... —interrumpí saliendo sin escuchar lo que me decía.

Él arruinó mi día. Subí a mi auto sintiendo que el enojo se disipaba un poco al no tenerlo cerca. ¿Qué se creía? Él no me conocía y ya me trataba como si fuera una cualquiera.

Llegué rápido a clases, saludé a todos y me enfrasqué en mis exámenes. A la hora de filosofía el Sr. Roberts habló sobre un trabajo grupal que consistía en recopilar información sobre cualquier tema filosófico cuyo fin era dar una sustentación de acuerdo a nuestras experiencias, creencias y moral. Un arduo trabajo que llevaría tres meses elaborar y luego su correspondiente exposición, para el próximo semestre.

Nos encontrábamos sentados formando un círculo con nuestros cuerpos; Miles, Mila, Josh, Rose y yo; todos concordamos hacer el trabajo juntos y empezar a dar ideas sobre el tema a tratar.

Falacia del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora