Sarah no quiere sufrir. Ella tiene su vida muy clara: su futuro está al lado de un coreano. ¿Entonces por qué cada vez que tiene la oportunidad cae en los encantos de Anthony Soublette? Ella no lo sabe, pero sin duda toda la culpa es de ese chico q...
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Sarah.
— ¿Qué haces aquí? —Su pregunta llega tan seria y seca que por un momento dejo de pensar. Por un momento lo observo fijamente intentando reconocerlo y, aunque no lo logro, respiro hondo aclarando las palabras en mi mente.
Ya pasaron tres días desde el incidente en el restaurante. Cuatro, si cuento el día de hoy que en realidad aún o ha terminado. Son la una de la tarde del último día del año, faltan once horas para que termine y yo aún no sé explicarme a mí misma cómo es que dejé que esto sucediera.
—Necesito hablar contigo —digo con una naturalidad que me sorprende y oculta mis ganas de correr. No estoy lista para afrontar su rechazo pero debo hacerlo.
— ¿Hablar de qué, Sarah? Tengo que alistar mi maleta —su inquietud me confunde y parpadeo repetidas veces intentando evadir mis ganas de llorar.
—Hablar de algo importante, Dae-Hyun —él frunce el ceño extrañado —. Necesitamos hablar.
La duda es palpable en el aire pero después de unos segundos que parecen eternos él asiente y abre por completo la puerta dejándome pasar a su conocido departamento. Todo sigue como siempre, la única diferencia es que está prácticamente vacío y no hay ni una sombra de lo que antes hubo. Ni muebles ni nada.
—Toma asiento —él señala la única mesita que interrumpe el espacio en la sala y yo me quito los zapatos sentándome como ya estoy acostumbrada a hacerlo.
Agradezco la enorme cantidad de dramas coreanos que me vi porque eso me facilitó adaptarme a sus costumbres para no parecer tan desubicada. Él también aprendió cosas de mi cultura, pero no con el mismo interés que yo, obviamente.
— ¿Quieres te? —asiento y observo como sirve con agilidad dos tazas antes de dejar la tetera sobre la mesita.
Observo la bebida durante largos minutos y tomo el primer trago recordando las palabras del doctor.
Descuidada, irresponsable, desconsiderada. Sí, eso y más. Mucho más.
— ¿Te sientes mal? Estás pálida —la voz de Dae-Hyun me devuelve a la realidad y alzo la mirada encontrándome con sus lindos ojos rasgados. ¿Será igual que él?
— ¿A dónde vas? —dejo la taza medio llena sobre la mesita y él suspira observando largos segundos sus manos.
Yo sabía que se iría y para mí no era un problema. Yo sabía que lo nuestro había acabado y no estaba tan afectada como ahora. Yo pensaba que no tenía ningún motivo para estar con él pero me equivoqué. Lo necesito más que nunca.
—A Corea, Sarah —contesta cabizbajo y yo frunzo el ceño bastante confundida.
