Capítulo 1. Cumpleaños feliz

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Era medianoche y me encontraba tumbada sobre mi cama, boca abajo, tapada con las mantas hasta los hombros. En la mesilla tenía encendida una pequeña lámpara que alumbraba un libro grande, encuadernado con piel (Historia de la Magia, de Adalbert Waffling), abierto sobre la almohada. Recorría la página con mi dedo, buscando algo que me sirviera para mi redacción sobre «La inutilidad de la quema de brujas en el siglo XIV».

Me detuve en un párrafo que pensé que sería útil, además de interesante. Me acomodé un poco más sobre la cama y leí.

En la Edad Media, los no magos comúnmente denominados muggles sentían hacia la magia un especial temor, pero no eran muy duchos en reconocerla. En las raras ocasiones que capturaban a un auténtico brujo o bruja, la quema carecía en absoluto de efecto. La bruja o el brujo realizaba un sencillo encantamiento para enfriar las llamas y luego fingía que se retorcía de dolor mientras disfrutaba del suave cosquilleo. A Wendelin la Hechicera le gustaba tanto ser quemada que se dejó capturar no menos de cuarenta y siete veces con distintos aspectos.

Me levanté de la cama directa a mi escritorio. Sobre él había un pergamino, mi pluma negra que me regaló Hermione el año pasado y un bote de tinta.

*Me pregunto porque no utilizamos bolígrafos, son mucho más cómodos*

Me senté, mojé la pluma en el tintero y empecé a escribir, parando de vez en cuando para escuchar los pasos de mis padres por si se habían despertado.

Mis veranos siempre habían sido aburridos, pero eso era culpa mía, en parte. En el colegio muggle nunca llegué a hacer muchos amigos, y a Harry, sus tíos, no lo dejaban salir. Sólo hablaba de vez en cuando por teléfono con él y a través de cartas por lechuza con Ron, Hermione, Theo, Cedric, Blaise y con Harry pocas veces. No dejaban que Hedwig enviara cartas, así que sólo podía contestarme de vez en cuando cuándo yo mandaba a Hera.

Los profesores de Hogwarts nos habían puesto muchos deberes para el verano. Uno de los trabajos que más me gustaban, sobre pociones para encoger, era para el profesor más complicado de entender de Hogwarts, Snape, que estaría encantado de tener, siempre, excusas para castigar a Harry durante un mes y quitar puntos a Gryffindor. Durante las primeras semanas me dediqué a realizar esos trabajos y los más aburridos para el final. Recuerdo una tarde donde no me podía concentrar por no poder ignorar los gritos del señor Dursley alardeando muy alto sobre su nuevo coche de la empresa.

Realmente tenía ganas de llamar a Harry cada hora, pero no quería que sus tíos se enfadasen y la tomaran con él. Pasado una semana de vacaciones lo llamé, aunque la llamada no fue precisamente agradable.

Fue el tío de Harry, Vernon, quién contestó el teléfono.

-¿Diga?-contestó la voz ronca del hombre.

-Hola señor Dursley, soy Hayley Smith una amiga de Harry del colegio, me gustaría hablar con él-dije lo más educadamente que pude.

Durante unos segundos no respondió. Esperaba que Harry siguiese vivo, o al menos en condiciones razonables por haber dado el teléfono a gente maga.

-Está bien... cinco minutos...-dijo amargamente, pero un pitido de una llamada entrante a ellos lo interrumpió-Un momento-añadió de mala gana.

-¿HOLA? ¿HOLA? ¿ME OYE? ¡QUISIERA HABLAR CON HARRY POTTER!-me horroricé al escuchar la voz de Ron gritar a todo pulmón, al señor Dursley se le había olvidado ponerme en espera.

Ron daba tales gritos que tuve que apartarme el teléfono, al menos, medio metro de mi oído.

-¿QUIÉN ES? ¿QUIÉN ES?-gritó aún más fuerte Vernon.

La Chica Muggle //3// (Draco Malfoy y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora