Capítulo 7. La huida de la señora gorda

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En muy poco tiempo, la clase de Defensa Contra las Artes Oscuras se convirtió en la favorita de la mayoría. Sólo Malfoy y su grupo de Slytherin criticaban al profesor Lupin.

-Mira cómo lleva la túnica. Viste como nuestro antiguo elfo doméstico-solía decir murmurando alto cuando pasaba el profesor.

*Cuyo elfo doméstico te recuerdo que liberé junto a Harry*

Pero a nadie más le interesaba que la túnica del profesor Lupin estuviera remendada y raída. Nuestras siguientes clases fueron tan interesantes como la primera. Después de los boggarts estudiamos a los gorros rojos, unas criaturas pequeñas y desagradables, parecidas a los duendes, que se escondían en cualquier sitio en el que hubiera habido derramamiento de sangre, en las mazmorras de los castillos, en los agujeros de las bombas de los campos de batalla, para dar una paliza a los que se extraviaban. De los gorros rojos pasamos a los kappas, unos repugnantes moradores del agua que parecían monos con escamas y con dedos palmeados, y que disfrutaban estrangulando a los ignorantes que cruzaban sus estanques.

Habría querido que mis otras clases fueran igual de entretenidas. Ahora las peores eran Pociones doble con Gryffindor. Snape estaba aquellos días especialmente propenso a la revancha y todos sabíamos por qué. La historia del boggart que había adoptado la forma de Snape y el modo en que lo había dejado Neville, con el atuendo de su abuela, se había extendido por todo el colegio. Snape no lo encontraba divertido. A la primera mención del profesor Lupin, aparecía en sus ojos una expresión amenazadora. A Neville lo acosaba más que nunca.

Tampoco me resultaban muy agradables las horas que pasaba en la agobiante sala de la torre norte de la profesora Trelawney, me gustaba descifrar símbolos y formas extrañas y confusas, sí, pero no procurando olvidar los ojos de la profesora Trelawney todo el tiempo, que se le llenaban de lágrimas cada vez que me miraba. Me gustaba el misterio que ponía en su voz cada vez que decía algo, aunque había unos cuantos de la clase que la trataban con un respeto que rayaba en la reverencia. Pravati Patil y Lavander Brown habían adoptado la costumbre de rondar la sala de la torre de la profesora Trelawney a la hora de la comida, y siempre regresaban con un aire de superioridad que resultaba enojoso, como si supieran cosas que los demás ignoraban. Cada vez que me hablaban ahora lo hacían en susurros, como si me encontrara en mi lecho de muerte.

A nadie le gustaba realmente la asignatura sobre Cuidados de Criaturas Mágicas, aunque Hagrid nos enseñara datos sobre criaturas, y es verdad que después de la primera clase tan movida se habían convertido en algo más aburrido. El problema era que Hagrid había perdido la confianza. Ahora pasábamos lección tras lección aprendiendo a cuidar gusarajos, que no eran precisamente las criaturas más emocionantes.

-¿Por qué alguien se preocuparía de cuidarlos?-preguntó Ron tras pasar otra hora embutiendo las viscosas gargantas de los gusarajos con lechuga cortada en tiras.

A comienzos de octubre, sin embargo, hubo otra cosa que me mantuvo ocupada, algo tan divertido que compensaba la insatisfacción de otras cosas. Se aproximaba la temporada de quidditch y Marcus Flint, capitán del equipo de Slytherin, convoco una reunión un jueves por la tarde para discutir las tácticas de la nueva temporada.

En un equipo de quidditch había siete personas: tres cazadores, cuya función era marcar goles metiendo el quaffle por uno de los aros que había en cada lado del campo, a una altura de quince metros. Dos golpeadores equipados con fuertes bates para repeler las bludgers. Un guardián que defendía los postes sobre los que estaban los aros, y el buscador, que tenía el trabajo más difícil de todos, atrapar la dorada snitch, una pelota pequeña con alas, del tamaño de una nuez, cuya captura daba por finalizado e juego y otorgaba ciento cincuenta puntos al equipo del buscador que la hubiera cogido.

La Chica Muggle //3// (Draco Malfoy y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora