Capítulo 10. Los regalos misteriosos

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No sabía muy bien como nos las habíamos apañado Harry y yo para regresar al sótano de Honeydukes, atravesar el pasadizo y entrar en al castillo. Lo único que sabía era que el viaje de vuelta parecía no haberme costado apenas tiempo y que no me daba apenas cuenta de lo que hacía, porque en mi cabeza aún resonaban las frases de la conversación que acababa de oír.

*¿Por qué nadie me dijo nada? Maldita sea, ¿por qué nadie me lo quiere explicar?*

Dumbledore, Hagrid, el señor Weasley, McGonagall, incluso Snape sabía algo sobre aquello. Ni mis padres si era o que pensaba... Y si mi cabeza no paraba de dar vueltas, la de Harry estaría a punto de explotar. Nadie le había dicho nunca que sus padres murieron porque les había traicionado su mejor amigo, y eso no era fácil de asimilar.

Ron y Hermione nos observaron intranquilamente a Harry y a mí durante toda la cena, sin atreverse a decir nada sobre lo que habíamos oído, porque Percy estaba sentado cerca. Me fui con os chicos a la sala común de Gryffindor, pues ya era una costumbre pasar las navidades en el cuarto de las chicas de tercero. Cuando subimos a la sala atestada de gente, descubrimos que Fred y George, en un arrebato de alegría motivada por las inminentes vacaciones de Navidad, habían lanzado media docena de bombas fétidas. Como no quería que Fred y George me preguntaran si había ido o no a Hogsmeade, me fui a hurtadillas hasta el dormitorio vacío. Normalmente había cuatro camas para las chicas que dormían allí, pero al entrar me di cuenta de una quinta cama, situada al lado de la de Hermione. Todos los años dormía en la cama de alguna de las chicas que no estaban, pero por lo visto este año tendría una propia.

*A Dumbledore no se le escapa una...*

Me acerqué al armario, donde descubrí parte de mi ropa y objetos personales. Aparté algunos libros y cajas hasta que lo encontré...

En casa, mis padres tenían un álbum de foto de la familia, el cual me traía a Hogwarts, pues siempre pasaba las vacaciones aquí en el castillo. Me senté en la cama, corrí las cortinas y comencé a pasar las páginas...

Al principio salían fotos cuando mis padres eran jóvenes, radiantes de felicidad, mi madre con su pelo castaño mucho más largo que ahora, y mi padre rodeándola por la cintura con el brazo era un ejemplo de algunas fotografías. En otras aparecían ellos el día de su boda, mi madre con un largo y elegante vestido blanco, y mi padre con un traje de chaqueta negro y una corbata roja, los dos con una gran sonrisa dibujada en sus caras. A su lado, el que en su día fue el mejor amigo de mis padres (y lo seguiría siendo si no hubiera fallecido en un accidente de moto), era el padrino de boda. Y más adelante en el álbum, aparecía yo. En el parque de atracciones... En los concursos de equitación... yo con un año y varios meses jugando con un juguete al cual si pulsaba botones sonaba música...

*No lo entiendo*

Nunca me había dado cuenta, pero si me fijaba bien en ninguna fotografía salía yo de pequeña con menos de un año y pocos meses. ¿Qué cómo sabía la edad que tenía en ese momento? Pues en la esquina de cada una tenía inscrita la fecha del día en el que se tomó la imagen.

*¿Acaso puede ser cierto?*

Frustrada, cerré el álbum de un golpe y volví a guardarlo en el armario. Me quité la túnica y me metí en la cama con el pijama, asegurándome de que las cortinas me ocultaban de la vista.

Se abrió la puerta del dormitorio.

-¿Hayley?-preguntó la dubitativa voz de Hermione.

Me quedé quieta, simulando que dormía. Oí a Hermione que salía de nuevo y me di la vuelta para volverme boca arriba, con los ojos muy abiertos. Sentí correr por mis venas rabia, pero sobre todo decepción y confusión. Las imágenes del álbum pasaban por mi mente una y otra vez. Era como una película. Oía las voces de mis padres, sin saber cómo, que decían: «Ya está. Sólo tenemos que firmar aquí». Estaba molesta, realmente molesta con ellos, y ni siquiera sabía muy bien el porqué.

La Chica Muggle //3// (Draco Malfoy y Tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora