Capítulo once.

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Si Adora no hubiese estado recostada en su auto mientras fumaba un cigarrillo, Catra no habría reconocido el vehículo.

Catra solo había estado dentro de él una vez, y cuándo lo hizo era de noche, así que no pudo detallar con exactitud el exterior.

Ahora que los rayos del sol del atardecer lo iluminaban la tatuadora podía darse cuenta de que el auto era bastante caro, pero a la pintora no parecía importarle esto, pues había manchones, abolladuras y tierra estropeando la pintura.

- Pensé que serías más rápida, Catra -Su burlo mientras se alejaba de su auto y abría la puerta del copiloto a la tatuadora. El cigarrillo fue a parar al suelo.

-Pensaste mal, Adora -Respondió antes de entrar al auto con cierta torpeza, casi presionando un botón que estaba segura era peligroso.

El interior no estaba mejor que el exterior.

Estaba completamente manchado con pintura, había envoltorios de hamburguesas sobre la alfombra y vasos de café vacíos sobre los asientos.

- Espero que te guste mi chiquero... -Murmuró con una sonrisa antes de cerrar la puerta, rodear el auto y subir.

- No importa lo que yo piense. Tu seguirás teniéndolo así.

- En eso tienes mucho razón -Coincidió por una sonrisa.

-... ¿Donde vamos, Adora? -Pregunto luego de unos segundos mientras Adora comenzaba a abrochar su cinturón. Y lo hacía con delicadeza, como agradeciéndole a aquel objeto por mantenerla a salvo.

- A mi estudio, por supuesto -Contestó como si esto fuese obvio-. Han pasado dos días... ¿Acaso lo habías olvidado?

Y, aunque se sentía mal saber que Adora solo estaba buscándola para pintar su cuerpo desnudo un poco más, no pudo enojarse, pues la joven simplemente estaba haciendo su trabajo.

- No... por supuesto que no -Mentía.

Catra rió cuándo Adora acarició el volante del auto como si este fuera un bebe.

- ¿Por qué ríes?

- Quiero hacerlo -Contestó con un leve encogimiento de hombros.

- Yo quiero besarte, pero aun así me contengo... -Contraataco con una de sus cejas elevadas.

Y cualquiera se habría dado cuenta de que la tatuadora había olvidado como respirar.

- Estas demente, Adora -Quiso decirlo como una broma, como si no deseara aquel beso más que a nada, pero el temblor en su voz fue inevitable.

- Lo se -Afirmó antes de poner en marcha el auto-, y viniendo de tus labios es un halago.

¿Lo dices en serio? -La interrogó entre carcajadas.

Cualquier cosa que digas me parecerá hermoso, Catra.

- Eso no tiene sentido, Adora.

- Por Dios, Catra... Estoy segura de que ni siquiera has tocado el libro de Howe... Pareces no entender que la vida no tiene sentido.

Y Catra se sintió muy avergonzada, pues lo cierto era que lo sucedido con Mermista, el trabajo y los pensamientos que tenía sobre Adora siendo poseída por un hombre asqueroso no le habían dado el tiempo que necesitaba para leerlo.

- Lo lamento, Adora... Prometo que lo leeré en cuanto pueda.

- En realidad solo te lo di para que leyeras un pasaje del libro que marqué con rotulador... Es una tristeza que ni siquiera notaras esto.

La Tatuadora De LibélulasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora