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El destino es, sin duda alguna un traidor, un traidor en lo absoluto.

Si existía alguien como tu hilo destinado a ti, ¿por qué razón se le había puesto a alguien más primero que no era su hilo para enamorarse de él y después darle una estocada trayendo al verdadero?

Era horrible, horrible pensar que, aunque amaba a Kensuke, se estaba besando con el prometido de su hermano, la mitad de su hilo.

Y lo malo es que no podía pararlo, porque en el fondo no quería, su inconsciente lo dominaba dejando que sus deseos estuvieran a la luz.

Lo peor, que en ese beso se estaba dando cuenta que desde hace tiempo estaba empezando a sentir algo por aquel sujeto, aunque no sabía si se debía a que su hilo se había fortalecido o... Tal vez... Algo más.

Las pruebas estaban puestas en la mesa.

El cotidiano calor que se extendía en su pecho al verlo sonreír, al ver sus sonrojos tan únicos y sobre todo, esa gran fuerza de conexión totalmente abrumadora que lo envolvía.

Sin embargo, debía parar ese sentimiento unilateral fuera por el vínculo o no, por el bien de ambos.

Sin embargo, había algo que no lo dejaba parar esa acción.

La reacción del rubio.

No se había molestado o apartado, al contrario, se había aferrado a su cintura logrando que él bajara a su altura y lo abrazara con devoción.

El beso poco a poco fue poniéndose más y más intenso logrando que el calor se apoderara de ellos.

El ojimiel empezó a quitarse el suéter y a desabotonarse la camisa hasta dejar su torso totalmente al descubierto sin llegar a quitarse esa prenda.

Luego, metió sus manos por debajo del suéter y playera del rubio para empezar a tocar de forma sugerente el abdomen del más bajo llegando a arrancarle un pequeño gemido al ojiverde quien estaba demasiado cegado por sus instintos.

Sin embargo, algo los detuvo y no fue algún rastro del sentido de razón que habían mandado muy lejos hace rato.

No, lo que los hizo detenerse fue la infusión relajante que había hecho su efecto en el cuerpo del rubio quien inmediatamente de soltar el gemido cayó dormido en los brazos del ojimiel.

Hasekura preocupado paro todo su acto pensando si había hecho algo mal, alejo sus manos del abdomen del más bajo y empezó a verificar que no fuera algo malo.

Cuando pudo darse cuenta que la infusión ya había hecho su trabajo, soltó un suspiro quitándose un peso de encima, recostó al rubio, lo arropo con cuidado y se alejó de él.

Su sentido de razón estaba empezando a volver, por lo que al verse en el espejo, pudo ver su expresión de lascivia muy clara reflejada en este.

Tratando de mantenerse en compostura para no despertar a su hilo, abotonó su camisa, se puso el suéter que estaba en el suelo y salió del refugio.

Una vez que sintió el aire fresco llenar sus pulmones, vio la fogata que seguía ardiendo y cuando todo lo acontecido lo recordó rápidamente, se dio una cachetada con un enojo muy claro.

Engaño, ese era su error que había cometido, ni más ni menos.

Y se sentía pésimo.

Pues, aún cuando rompiese su hilo, eso no pasaría por alto la gran violación a su relación con Kensuke.

Lo peor es que se reprochaba que si no fuera por la infusión y su efecto relajante en el rubio, hubiera llegado a un punto más íntimo que los hubiera puesto en una situación bastante tensa.

¡NO! Al hilo rojo del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora