Las cosas cada vez estaban peor. Estaban en una búsqueda desesperada por sus amigos, al mismo tiempo en que debían cuidarse la espalda entre sí para evitar que alguna especie enemiga, o quizás los demonios, terminaran de hacer el trabajo que la reina Kim y sus secuaces no habían logrado. ChanYeol jamás se imaginó a sí mismo yendo a peleas clandestinas, así como tampoco llegó siquiera a imaginar que cada vez se volvía más loco por su príncipe JongIn.
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