Lo que pasa en detención, se queda en detención

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—¿Cada vez que necesitemos hablar en privado vamos a comenzar una pelea? —preguntó Draco, haciendo presión sobre su ojo con una bolsa de hielos. La profesora McGonagall se estaba alejando del aula, podía escuchar sus tacones cada vez más suaves. Me toqué el labio. La sangre ya estaba seca.

—Le agrega un toque de dramatismo, me gusta.

Se quitó la bolsa del ojo y la dejó sobre la mesa para pasar las páginas de un libro de Transformaciones que teníamos que estudiar para los exámenes. La profesora tuvo la amabilidad de, en lugar de darnos trabajos extra por el castigo, permitirnos estudiar en ese momento.

—Mi padre me matará —dijo, después de un rato.

—¿Por qué? ¿por el ojo?

—No le gusta que tenga marcas. Siempre dice "si comienzas una pelea, asegúrate de no ser golpeado en la cara", nunca me dio muchas razones más que "parecerás débil".

—Respóndele "deberías ver cómo quedó el otro" —dije. Se rió—. Mira, tengo el labio partido; algo es algo —nos quedamos en silencio poco después. Se escuchaban los gritos del pasillo, el sonido del pasar de las páginas que estudiaba Malfoy con atención, podía hasta escuchar sus neuronas haciendo sinapsis si me esforzaba lo suficiente. Parecía que le salía humo de las orejas— ¿Te cuesta Transformaciones?

—Sí, me resulta imposible.

—Puedo ayudarte.

—No, puedo solo.

—¿Seguro?

—Como que mi vida depende de ello.

—No estarás valorando tu vida lo suficiente, entonces —bromeé. Me miró de reojo y sonrió, volviendo al libro al instante.

Me levanté y coloqué una silla al lado de la suya. Leí con él, y le señalé las partes importantes. Le expliqué cómo tenía que interpretar esos textos y le mostré los movimientos de la varita. Lo ayudé a transformar un pupitre en rana y luego revertir el hechizo. Le dije cuáles eran las partes irrelevantes del libro, y lo ayudé a memorizar las más importantes. Hasta le había dado mis preciadas reglas mnemotécnicas.

Después de poco más de dos horas de intenso estudio, podía asegurar que Draco pasaría los exámenes con extrema facilidad.

—Deberías ser profesor. ¿Ya sabes qué harás después de Hogwarts? —preguntó, cerrando el libro y guardándolo en el armario compartido.

—Creo que seré Auror.

—¿Auror? Te veo más como profesor.

—¿De Transformaciones? No, soy bueno pero no me gusta. Al menos no lo suficiente.

—De Defensa Contra las Artes Oscuras, como el profesor Lupin —sugirió. Sonreí.

—Me encantaría ser como Lupin —jugueteé con mi cabello hasta quitarme de la cabeza el recuerdo de la última detención. Habíamos venido para hablar de eso, después de todo. Pero era tan vergonzoso. ¿Por qué no pude simplemente hacerle caso y obliviar ese momento? Tenía la posibilidad. Podíamos pretender como que nunca pasó, borrarlo de nuestras mentes para siempre. No habría ninguna tensión, ninguna atracción, si no recordamos que aquello había ocurrido. Antes de eso lo detestaba, lo odiaba con todo mi ser. Ahora, si lo miraba mordisquear la punta de su birome, si lo observaba anudar un mechón de cabello de oro entre sus dedos intentando concentrarse, si lo escuchaba reírse a carcajadas como sólo él sabía hacer... olvidaba todo lo demás.

Él era el más fuerte hechizo de obliviate para el resto del mundo, el resto de mis memorias y mis recuerdos. Y no podía pensar en otra cosa que no fueran sus tibios dedos rozando mi pecho, sosteniéndome contra aquella pared, en ese mismo aula. Oh, Dios mío.

Detención (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora