Cielo

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—¡No quiero a este niño ni un minuto más en esta casa! —espetó Vernon, bajando por las escaleras— Y justo cuando nos dice que se irá esta mañana, ¡llega con otro rubio insulso!

—¡Hey! —chistó Harry. Podía tolerar los insultos contra él, pero no contra Draco—. Nos iremos dentro de poco, Sirius pasará a buscarnos en el auto. Mientras tanto, aguántanos.

Vernon resopló y se sentó con desgano en la mesa, apoyando todo su peso sobre una silla que chirriaba y amenazaba con caerse. Petunia le sirvió una taza de café que olía a quemado y le ofreció una a Draco.

A mi tía no parecía molestarle del todo la presencia de Draco, al menos no tanto como a Vernon. Después de todo, él era un joven distinguido, bien vestido, figura excelente, cabello inmaculado, se notaba por sus atuendos que era rico y, a pesar de estar pasando en ese mismo momento por una situación traumática, nunca olvidó sus modales. Si mis tíos no me odiaran tanto, lo aceptarían como mi pareja sin parpadear.

—¿Vendrá Sirius? —preguntó Draco. Olvidé contarle mis planes. Le expliqué sobre la carta que me habían mandado, y sobre mis planes originales—. Eso quiere decir que... bueno, que no me podré quedar contigo, ¿no?

—¿Por qué no podrías? —pregunté confundido. Draco comenzó a juguetear con las puntas de un mechón de cabello.

—Porque tendrán reuniones con la Órden, Harry. Y créeme que no querrán un Malfoy en esa casa. Mucho menos un posible mortífago. Confían en tí, pero no en mí.

Me quedé en silencio. Pensando en una respuesta, me asomé por la ventana en busca de algún auto volador. Los Dursley escuchaban la conversación con atención, a pesar de no conocer las palabras que decíamos. Malfoy, Órden, mortífago, palabras tan naturalizadas para nosotros y tan ajenas para ellos.

—Pero no quieres ser un mortífago. No lo eres.

—No, por supuesto que no.

—¿Qué te impide ser de la Órden, entonces?

—¿Mi apellido? —dijo como si fuera obvio. No era obvio para mí. Creía, estaba convencido, de que podía hacerlo entrar en la Órden. Si no era luchando en nuestro bando en la guerra, al menos sería quedándose a mi lado. Lo necesitaba a mi lado, sabiendo que estaba todo lo a salvo que podía estar.

—No te preocupes por eso, lo arreglaré. Vendrás conmigo. No pienses en tu sangre o tu legado —le aseguré. Draco asintió, sin estar convencido.

Unos golpes rítmicos en la puerta nos hicieron entender que Sirius ya había llegado. Abrí la puerta, expectante, haciendo un Accio valijas y tomándolo a Draco de la mano.

—Remus está estacionando el auto, ¡vaya que no hay tráfico en el mundo Muggle! Fue una maravilla —exclamó Sirius apenas nos vio. Como no aclaró que se refería al tráfico aéreo, pude sentir a Vernon chistando en disgusto—, ah, sobrinito.

—Hola, Sirius —saludó Draco tímidamente. Nunca lo había visto tímido de esa manera. Me reí para adentro.

—¿Piensas que...? Bueno, lo hablaremos en el viaje. Ahora tenemos un par de cosas que hacer —exclamó, inseguro de si sería una buena idea llevar a Draco a las reuniones de la Órden. Estaba seguro de que Sirius no desconfiaba de él; Sirius confiaba en cualquiera que yo amara, y conocía la historia de Draco como anillo al dedo. No eran tan diferentes, si lo pensaba lo suficiente.

Pero Sirius tenía la misma certeza que yo; nadie en la Órden aceptaría a un Malfoy en esa casa. A pesar de que también fuera un Black, esa familia tampoco contaba con la mejor reputación posible. Si íbamos a hacer que Draco se quedara a salvo con nosotros, íbamos a tener que luchar por ello.

Detención (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora