Fruta heterosexual

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Apenas el reloj me taladró los tímpanos acompañado de su viejo amigo —el sol en la cara—, no tuve remedio que despertarme. Moría de hambre. No había cenado la noche anterior, no podía soportar encontrarme a Dra... a Malfoy —no podía soportar encontrarme a Malfoy— en el Gran Comedor. No después de lo que había pasado. No había sido mí cuerpo el que había reaccionado contra el suyo, pero había sido yo quien lo había comenzado y seguido, y muy dentro de mi mente (y quizás no lo suficientemente dentro) había encontrado un inmenso placer en saber que con el puro tacto de mi piel podía haber excitado a alguien. En especial a Draco Malfoy, quien minutos antes clamaba no sentir ninguna clase de atracción sexual por hombres.

Pero no podía seguir evadiendo las comidas sólo porque Malfoy podía estar ahí en el mismo horario. Necesitaba alimentarme de alguna forma u otra. Podría llamar a Hermione para que me alcanzara algún scon de queso envuelto en servilletas, o una taza de café hasta la Sala Común... ¡No, tonterías! Tenía que ir, superar la vergüenza. Ignorarlo si era necesario.

Así que me levanté, llevando mi orgullo de zapatos, pisoteándolo a cada paso que me acercaba al Gran Comedor. Entré con la cabeza baja, pero mi vista no podía evitar volverse hasta la mesa de Slytherin. Y Dra... Malfoy, parecía hacer esfuerzos por su parte para no mirarme, igualmente inútiles.

—Harry, pensé que no vendrías —saludó Hermione—, buenos días. ¿Cómo dormiste?

—Hola, sí, eh. Bien, ¿cómo dormiste? —dije despistado, aún cruzando miradas inevitables.

—¿Estás bien? Te ves... disperso —dijo Ron, tocándome el hombro. Asentí y me senté, buscando enfocarme plenamente en la comida. Desayunar. Café. Scon de queso. Manzana verde... no, ¡no! ¡manzana verde no! Banana, no. Durazno. Bien. Fruta heterosexual.

¿Qué coño estoy pensando? ¿fruta heterosexual?

—¡Malditos exámenes! Siento que me voy a ahogar en apuntes, maldición. Agh —protestaba Hermione. Yo estaba en la mitad de la conversación. Mi cerebro no podía procesar tanto. Sentía todo el resto del mundo difuminado, silenciado, y todo se enfocaba en la otra punta del Gran Comedor. Todo se enfocaba en esa cabeza platinada y sus estúpidos dientes blancos y derechos, y sus estúpidos ojos brillantes delante de los míos, y su estúpido sonrojo con forma de antifaz, y su estúpida erección en mi estúpida pierna.

Tratábamos de esquivar nuestras miradas, pero nos seguíamos atrayendo como imanes. Era imposible. Se tapó la cara con ambas manos, el flequillo le cayó delante de los nudillos. La cabeza entre los hombros, al igual que el día anterior. Le di un sorbo al café y me sentí mejor que nunca. Y peor que nunca. Extraño. Sentimientos muy intensos para tan pequeño cuerpo.

—Haaarry... ¿estás ahí?

—¿Eh?

—Te preguntábamos si vas a ir a Transformaciones.

—Sí, claro. ¿Cuándo?

—Ahora, después del desayuno. ¿Tenemos clase doble, no? ¿Con Ravenclaw? Quería hacer pares con Luna, si se podía, pero no creo, porque... —pero mi mente volvía a la mesa de Slytherin. Por lo menos, una clase sin Dra... ¡agh! ¡Malfoy! ¡Una clase sin el maldito Malfoy!

Terminamos de desayunar lo más rápido posible. Me habían esperado para comer y quedaban apenas diez minutos antes de la clase. Corrimos aún con los muffins en la mano, y llegamos justo a tiempo, antes de que la profesora McGonagall cerrara las puertas. Quien quedara afuera después de eso, quedaba afuera.

Entré para encontrarme con el decepcionante y aterrorizador error de Hermione.

—¡Ah! No era Ravenclaw, era Slytherin. Bueno, será la próxima —dijo buscando un asiento en las primeras filas—. Harry, Ron, ¿vienen? —pero en las primeras filas estaba Draco. Negué con la cabeza y me fui a sentar en una de las sillas más al fondo posible.

Mitad de la clase había sido soportable. Por momentos ni siquiera había pensado en él, ni en lo que había pasado. Por momentos me había concentrado plenamente en la clase. Por momentos había deslizado mis pensamientos por recuerdos de Quidditch. Pero después se conectaba con la última vez que me perdí un partido de Quidditch. Joder. Mataría por un descanso de mi cerebro. Justo cuando creí que podía concentrarme en la maldita clase, una pequeña paloma de papel voló por debajo de los pupitres, por entre los zapatos de todos los compañeros, para aterrizar sobre mi cuaderno. Era una nota.

"Por favor, ¿podemos fingir como que no pasó nada? Es suficientemente vergonzoso que ya esté en tus memorias".

A lo que respondí:

"No. Tenemos que hablar".

"Te ruego que no. Pretende que nunca ocurrió".

"No puedo hacer eso, y supongo que tú tampoco. Hazme caso, hablemos".

"De qué querrías hablar de todas maneras?? y dónde??"

"Podremos tener un trato complicado, o ser enemigos mortales, o lo que sea, pero necesitamos arreglar esto porque sino sería una constante tensión imposible de sostener".

Mientras escribía la respuesta, se corría el flequillo de la cara con la punta de la pluma. Tardó un poco más en pensar y redactar la respuesta, pero por fin voló nuevamente a mi cuaderno.

"Okay, no hace falta la ironía. Dónde?"

"No era ironía. Detención?"

"Planeando en ir a detención pronto? Conmigo? No digas tonterías".

Me levanté del pupitre y caminé con paso muy determinado hasta la primera fila del aula. Miré a los ojos a Malfoy antes de lanzar un puñetazo directo en el ojo izquierdo. Le habré golpeado fuerte, porque me habían dolido los nudillos incluso media hora después. Draco masculló un "ah, ahora entiendo" y apoyó todo su peso en un golpe directo a la boca.

Detención (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora