La Órden

18K 2.3K 822
                                    

19

—Olvídalo. Definitivamente no, ¡ni soñando! —bramó Alastor Moody, desde la punta de la mesa. Tragó violentamente un vaso de cerveza de mantequilla hasta el fondo, y golpeó el vaso contra la mesa.

—Escúchenme, por favor —murmuré. Hacían diez minutos desde que habíamos llegado, directo del hospital. El brazo de Draco ya estaba curado, y el último asunto con el que teníamos que lidiar en el día era cambiar las toscas ideas en las cabezas de algunos de los miembros de la Órden.

—Danos una sola razón para aceptar a un mortífago en la Órden, que no sea "mi noviecito, mi noviecito" —espetó Bill. Le lancé una mirada con odio. Bill se suponía que tenía que estar de mi lado.

—No es un mortífago. Y yo confío profundamente en él —dije, aumentando la voz para no ser interrumpido.

—No creo que tomar este riesgo, a estas dimensiones, pueda justificarse con que confías en él, Harry —me dijo el señor Weasley, con la calma y paciencia con la que siempre me hablaba.

—No soy el único. ¿Sirius? ¿Lupin? —busqué su ayuda, pero sólo suspiraron y se sentaron en la mesa. No se les ocurría un argumento que pudiera convencerlos.

—Harry, ¿cómo estás tan seguro de que no es ya un mortífago, que busca tu confianza plena para atacar desde adentro? Ya sabes cómo funciona con ellos —preguntó Tonks. Resoplé con desagrado. No se me pasaría por la cabeza ni si se presentara el caso.

—Además, Draco Malfoy siempre fue terrible contigo y tus amigos. Las cosas que Ron nos contó... ugh, Harry, no puedo entender cómo no te das cuenta —dijo Charlie Weasley.

—Era un niño terrible, en efecto —agregó Moody.

—¡Está aquí, delante suyo, saben! —exclamé, enfurecido—. Draco es igual víctima de su familia y Voldemort que todos nosotros. Mírenlo. Miren su cara. ¿Creen que su padre le haría todo esto si fuese tan buen hijo, tan fiel a sus ideales?

—¡Todo se arregla con magia! ¡es maquillaje, Harry!

—Acabamos de volver del hospital, Bill. Puedo asegurarte que cada una de estas heridas es real, y el pequeño Malfoy las sintió todas, física y emocionalmente —nos defendió Lupin.

—No conozco lo suficiente a Draco. La última vez que lo ví, fue en una visita a Azkaban, y convengamos que no pude prestar atención a nada de lo que haya dicho. Pero estoy seguro de que él es igual de desertor a su apellido de lo que yo fui. Vamos, no se olviden que también soy un Black, y también pasé por la humillación de no ser aceptado por estúpidos prejuicios. Pero ¿en algún momento Dumbledore dudó de mí para cuidarme? —argumentó Sirius, apoyando una mano sobre mi hombro.

—Dumbledore no duda de nadie. Dumbledore le dio segundas, terceras y cuartas oportunidades al mismísimo Tom Riddle —dijo el señor Weasley, perdiendo la paciencia.

—¿Y James y sus padres, los Potter? Quienes me acogieron en su casa mientras huía y evadía el abuso de mi propia familia. ¿Qué hay de Lily y los Evans? Hasta su hermana, escéptica de toda magia y creyendo que todos eran terribles, comprendieron mi situación y me otorgaron la ayuda que cualquier niño de diecisiete años necesita con desesperación.

—Tu situación, Sirius... —comenzó a contraargumentar Tonks, pero la interrumpió con un grito.

—¡Mi situación no era peor a la suya en este preciso instante!

La habitación se quedó en silencio. El canturreo de los pájaros se escuchaba apagado desde las ventanas, y nadie se atrevió a cuestionar las palabras de Sirius.

—Draco tiene dos opciones. Desertar de su familia y, si no consigue protección de nuestra parte, morir en manos de sus padres; o unirse a los Mortífagos y morir en la guerra o en Azkaban —dije finalmente. Le tomé de la mano.

—Akzaban no es un lugar en el que un niño de diecisiete sobreviva. No durará tres días.

—Harry, eres sólo un niño —dijo el señor Weasley—. No tienes idea del peligro que nos significaría si Draco Malfoy es un mortífago. Aún eres pequeño, y no tienes juicio suficiente para determinarlo.

—Draco tiene mi edad. ¿Crees que él tiene el juicio suficiente como para infiltrarse entre nosotros y actuar de la manera en la que actuó los últimos meses? ¿Crees que él no está igual de asustado, y peor, porque está escapando de una casa abusiva? ¿Crees que, a su edad, a mí edad...?

No continué, porque sabía que iba a desatarme de ira si lo hacía. Aún así, nadie me respondió.

Después de reflexionarlo por al menos un cuarto de hora, Moody asintió y aceptó.

—El niño se queda.

Detención (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora