La palabra prohibida está allí por una razón

34.7K 3.6K 4.6K
                                    

5


—Increíble. Son increíbles. ¿Cómo se las ingenian para meterse en problemas tantas veces seguidas? Más de dos veces por semana desde que comenzó el invierno. No lo puedo creer. Potter, ¿no toma ninguna influencia de su amiga, la señorita Granger? ¿En lugar de seguir metiéndose en problemas con Malfoy?

McGonagall continuó con largos reproches, hasta que finalmente consideró que había hecho su trabajo y nos dejó en el aula a que continuáramos con nuestras horas de detención en soledad. No le hablé durante al menos una hora. Me quedé leyendo Oscar Wilde mientras un hechizo me ayudaba moviendo la pluma por mí, y escribía esas malditas páginas de repetidas frases que a la profesora tanto le gustaba hacernos escribir —y que tan útil nos serán por el resto de nuestra vida, porque claramente eso prevenía que nos metiéramos en problemas y termináramos en detención. Ah, esperen... no, no sirvió de nada—.

Malfoy me miraba con curiosidad. Tenía ganas de romperle la pequeña y recta naricita con la que trataba de espiar sobre el libro.

—¿Qué estás leyendo? —preguntó.

—Por tu culpa no pude ir al partido —le respondí automáticamente. Ni siquiera había escuchado su pregunta, simplemente sabía que era mi respuesta a cualquier cosa que me podría haber dicho. Estaba furioso por habérmelo perdido por semejante estupidez.

—Discúlpame.

—¿Qué?

—Que me perdones, no fue mi intención. Necesitaba un lugar privado para contarte que...

—No llegues a mencionar a ese mago de nuevo, porque me voy a levantar e ir. Saldré caminando por esa puerta, no estoy bromeando —Malfoy se rió. Sonreí instintivamente, pero apenas lo noté volví a la seriedad y al enojo. Seguí leyendo, y, después de un rato, respondí— "Las ventajas de llamarse Ernesto".

—¿Oscar Wilde?

—Sí.

—Estoy leyendo el mismo.

—¿En serio?

—Me encanta. Lo estoy devorando.

Sentí la necesidad de seguir hablando y hablando interminablemente sobre el libro; Malfoy parecía tener la misma pasión por ellos que yo tenía y que no podía compartir con nadie más que con Hermione —quien estaba ahora muy ocupada en las miles de materias a las que se había anotado como para siquiera leer un libro en sus ratos libres—.

Pero no. No iba a seguir hablando con Draco Malfoy como si fuera cualquier compañero, un amigo al que le contaba lo que había soñado la noche anterior. Malfoy debía quedarse en donde se había puesto todos esos años; el bully con complejo de superioridad que siempre me pisó los talones, esperando que algún día caiga.

Así que lo ignoré. Me continuó hablando durante unos minutos hasta notar que, dijera lo que dijese, no le iba a responder. Volvió a su pergamino a escribir a mano la misma frase una y otra vez. Esta vez la profesora había elegido "la palabra 'prohibida' está allí por una razón", lo cual, si pedían mi opinión, sentía que estaba concretamente invitando a mi curiosidad para averiguar cuál era esa razón. Incluso me robaría algunos libros para ver qué pasaba. Pero no, por supuesto, comprendía para qué servía la palabra prohibida ahí, y no era demasiado interesante como sonaba.

Y así pasaron diez, veinte, treinta minutos más en silencio; la tensión que antes nos abrumaba, ahora se había evaporizado y quedaban apenas los restos flotando alrededor, en el aire. Un pequeño perfume en el que no nos molestaba sumergirnos. Malfoy no pudo soportar tanto tiempo sin conversar. Tenía la paciencia de un Slytherin en cuanto a sociabilizar con humanos.

Detención (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora