No me molesta

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—¡Ay, ay, ay, ay, ay! Me dueleee —se quejó Draco, mientras le ponía un hielo sobre el brazo.

—Cállate, podría haberte lastimado si lo hubiese querido.

—¡Me has lastimado!

—Apenas. Alégrate —respondí, enojado.

Pero esta vez no fue ni McGonagall ni Snape quien entró por la puerta de detención a darnos un sermón. El mismísimo Dumbledore entró en silencio, y, calmadamente, se sentó en la mesa sobre los codos, entrelazando sus dedos.

—No peleen.

Me alejé de Draco y me senté en uno de los asientos más lejanos. Dumbledore abrió un caramelo de limón y lo comenzó a saborear mientras nos miraba fijamente. Me pregunté en qué estaba pensando, y, como por arte de magia, me respondió.

—Estoy pensando en que, quizás... ustedes dos... mmhh, no lo sé. Son un caso complicado —comenzó a explicar—. No paran de pelearse a puertas abiertas, pero no se crean que las paredes no escuchan. Si nadie los vé, se comportan como buenos amigos. Mis fuentes me dicen que hasta leen libros al mismo tiempo.

—Eso es una desafortunada coincidencia —aclaré.

—¿Desafortunada? —musitó Draco.

—Quizás deban resolver sus asuntos desde la raíz. Así que hoy no están en detención. Están en reflexión. Pensarán juntos qué están haciendo mal, y lo arreglarán.

Me recorrió un escalofrío al pensar en que Dumbledore haya visto o se haya enterado de lo que había pasado hacía un par de detenciones. Miré a Draco, parecía estar pensando algo parecido. Escondió la cara detrás de los brazos, como solía hacer cuando se avergonzaba.

—Discúlpame por lo de Ron. No lo repetiré —dijo cuando creyó que Dumbledore ya se había ido. Lo ví sonreír cuando cerró la puerta detrás suyo, guiñándome un ojo.

—De acuerdo. Creo que debes disculparte con Ron, de todas maneras.

—Pides demasiado.

—Le pasaré las disculpas, entonces.

No podía sacarme de la cabeza el incidente de la Amortentia. No se había incinerado ninguno de los dos. La Amortentia de Draco olía a mí. ¿Por qué? ¿La Amortentia puede estar hablando de atracción, tensión sexual? No hay ningún lazo romántico entre nosotros dos. Imposible. Y si lo hubiese, sería yo enamorado de él, no él de mí. No, él estaría enamorado de... eh... alguna chica. No tengo idea, alguna chica con la que alguna vez haya salido. ¿Pansy? ¿Astoria?

—Potter —me llamó. Levanté la cabeza—. ¿A qué olía tu amortentia?

—No tiene importancia.

—Para mí sí la tiene.

—¿Por qué?

Suspiró y levantó los hombros.

—Quiero saber. Nunca guardas secretos. Cuando los guardas, dan curiosidad —me quedé en silencio, y lo miré sonriendo— ¿qué?

—Nada.

Continúe sonriendo. No se me borraba. ¿Era por que mostraba interés en mí? ¿Tan desesperado por su atención estaba?

—Vale. Hablemos de otra cosa.

—¿Secreto por secreto? —propuse. La última vez había sido entretenido. Además, podía inventarle algún otro olor en la Amortentia. No tenía por qué admitir que era él. Ni tampoco preguntarle por qué me olió a mí.

Detención (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora