Órden is the new Malfoy-Black

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Pasamos la noche en un colchón raído y polvoriento, probablemente lleno de pulgas, en la vieja habitación de Regulus Black. Los rayos de luz atravesaron los ventanales y golpearon contra nuestros ojos a tan pronto como las seis de la mañana. La casa ya estaba llena de actividad y vida para entonces.

Nunca había dormido al lado suyo. Comprendí entonces, que el cabello naturalmente perfecto que siempre recibía cumplidos, no era precisamente natural. Con la melena volando por los aires como un árbol en días ventosos, trató de abrir los ojos.

Fingí dormir un poco más, sólo para ver qué hacía. Se sentó en la cama con cuidado de no "despertarme" y cerré rápidamente los ojos al notar que me observó. Se acercó a besarme en la frente, y se levantó para colocarse los pantalones y abrocharse la camisa.

—Buenos días, Harry —murmuró una vez que se cruzó con mis ojos abiertos. Le tironeé de la camisa, aún semi desabotonada, y se acostó encima mío. Me regaló un suave beso en los labios, y le rodeé la cara con las manos. Intenté besarlo con un poco más de pasión, pero se despegó entre risas—. Aquí no, amor.

—Ah, abrázame por lo menos.

Hundió sus brazos bajo mi espalda, como si el colchón nos hubiera tragado, y nos quedamos así por un buen rato.

Inhalé el aroma de Draco. Su esencia, su fragancia. Le acaricié la cabeza, peinándolo con los dedos.

—Ya sé que te lo he dicho varias veces —dijo, hundiéndose la nariz en mi clavícula—, pero te aaammmmmo.

—Nunca me cansaré de escucharlo, repítelo cuanto desees, lindo —reí, rodeándole la cadera con los brazos, aún con él encima.

Al rato conseguí tirarme de la cama, que lo único que me convenció a levantarme fue que Draco se hubiera levantado antes, y bajamos a saludar a quienes estaban despiertos.

El señor Weasley y Moody leían juntos El Profeta, y Molly disfrutaba de un buen café muggle con unos maníes que habían sobrado de anoche.

—¿Qué te apetece desayunar, cariño? —le pregunté, buscando la lata de café y los filtros— ¿Tostadas? ¿Huevos? Disculpa que no son precisamente gourmet, pero tendremos que conformarnos con lo que hay.

—Eso está perfecto. Eh, he de serte honesto, no recuerdo ningún encantamiento de cocina. Sé que los estudiamos el año pasado, pero... —comenzó a decir, avergonzado. Lo interrumpí con mis risas— ¿de qué te ríes?

—Podemos cocinar, tenemos los materiales.

—¿Cocinar como muggles, dices? ¿sabes cocinar sin magia?

—Claro, ¿cómo me las hubiera arreglado fuera de Hogwarts tantos veranos, sino? —reí—. Ven, te enseñaré. Siempre ayudé a mi tía a preparar las comidas.

Draco, animado por aprender a cocinar, me preguntaba para qué servía cada cosa. La sartén, el filtro de café, el encendedor... la que más le fascinó fue la hornalla.

—¡Y eso calienta la sortán, que asimismo calienta los huevos! Increíble —exclamó, fascinado. Escuché un "¿Has visto? ¡una maravilla, en efecto!" del señor Weasley desde la mesa.

—¿Dónde está Ron, señora Weasley? —le pregunté luego de haber terminado de cocinar, ya sentados en la mesa.

—Oh, bueno... siento no avisarte. Ahora cuando baje tu padrino te dirá, pero hoy tendremos una reunión, por lo que los menores deberían quedarse, ya sabes, fuera. Dejé a Ron en casa con el resto de sus hermanos. Estoy rogando que Fred y George no hayan prendido fuego la casa para entonces.

Detención (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora