Libro

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Observé cómo el profesor Lupin pasaba las páginas por uno de tantos libros que tenía en una pila a su lado. Tomaba notas en un pergamino de al lado. Comía uvas que escondía apenas veía a la bibliotecaria asomarse.

Volví a mi lectura. Había terminado Oscar Wilde y comencé a leer Murakami al mismo tiempo que Draco. No lo habíamos planeado, pero lo noté sacar el mismo libro en una cena y acordamos a través de miradas seguir leyéndolo juntos. Un fenómeno fascinante; leíamos los mismos libros al mismo tiempo. Había llegado un punto en el que cada vez que estaba por elegir un libro nuevo pensaba ¿Draco elegiría el mismo? Pero no tendría la misma magia si lo pensara, así que terminaba eligiendo el que mejor me gustara a mí. Y sin excepción, veía siempre a Draco en el Gran Comedor, comenzándolo al mismo tiempo.

—Potter.

Pero este libro me tenía atrapadísimo. Se llamaba "Kafka en la Orilla", y era sobre un adolescente que escapa de su casa y va a vivir a la parte de atrás de una librería. Y también hay un anciano que todavía no estaba muy seguro de qué hacía, pero...

—Potter.

En fin, era una trama un poco complicada de explicar, pero la escritura de Murakami me tenía cautivado, capturado. Últimamente le estaba dedicando mucho tiempo a la lectura, debido a la diaria nieve que imposibilitaba los partidos de Quidditch. Además, la última tormenta había hecho que el viento tirara dos de los postes, y no los podían arreglar hasta que salga el sol. No tengo idea por qué.

—Poootter...

Alguien me estaba llamando, pero no había terminado de darme cuenta. Estaba ensimismado en mis propios pensamientos. Creí haber visto por encima que era Draco quien estaba delante mío, pero no pude verificarlo. Mi vista seguía clavada en líneas y líneas de tinta que ni siquiera estaba leyendo.

Harry —susurró en mi oído. Me sobresalté. No lo había visto acercarse tanto—. ¿Te habías dormido con los ojos abiertos, cielo?

—No me digas así —le corrí la cara con la mano, y cerré el libro—. Y hola.

—Hola. ¿Por dónde vas?

Mientras hablábamos de Kafka en la Orilla, podía sentir al profesor Lupin asomando el hocico en la conversación. Miraba por encima de su gran pila de libros y paraba las orejas. Debía de ser extraño para él vernos conversar como si fuéramos... ¿amigos? ¿compañeros? ¿amantes? Lo que sea. No éramos el nosotros que él creía, y se debía de ver bastante extraño. Sobre todo si, fuera de ese pequeño rincón de la biblioteca, delante del resto, actuásemos como si nos odiáramos. 

Quizás nos odiábamos un poco, pero no se notaba cuando cruzábamos las piernas por debajo de la mesa y hablábamos sobre intereses en común. Ni con la forma en la que nos pestañeábamos como mariposas, oh, qué tontos. Le pregunté a qué había venido, y me respondió:

—Nada, solo quería saber cómo había sido tu día. Y escuchar tu voz.

No pude evitar sonreír. Estaba bastante seguro de que Lupin también había sonreído. Cualquiera que hubiera escuchado aquello, con su preciosa carita y su voz, gruesa pero enternecida, habría sonreído.

Apoyé los codos sobre la mesa y me sostuve el mentón sobre las palmas mientras lo escuchaba hablar. Podía quedarme horas escuchándolo garabatear palabras en el aire sobre la clase de Pociones del día siguiente, las ganas de subirse a una escoba y jugar al Quidditch —en el cual clamaba ser terrible, pero yo no lo creía así—.

Después de unas pocas horas —en las que ya había atardecido y la biblioteca estaba cerrando—, habíamos inundado la habitación de conversaciones triviales, pero de las que nunca me cansaría. Lupin parecía haber terminado de escribir lo que fuera que estaba haciendo con todos esos libros, se había levantado y, cuando llegó a la puerta, nos guiñó el ojo.

—¿Crees que sabe algo? —le pregunté a Draco, ya caminando en el pasillo para volver a nuestras Casas Comunes.

—¿Lupin? Bueno, probablemente. ¿Él no tenía una especie de romance secreto con mi tío?

—¿Tu tío? ¿No te referirás a Sirius?

—Sí, Sirius Black. Bueno, no era realmente mi tío. Ya sabes la historia, se fue de la familia muy joven.

—¡Harry, ahí estás! —gritó Ron a unos cuántos metros de donde estábamos. Automáticamente, empujé a Draco un poco más lejos. Estábamos demasiado cerca. O al menos demasiado cerca para ser nosotros dos— ¿Te está molestando Malfoy?

—¡No! Quiero decir, ¡sí! Eh, estábamos conversando. Discutiendo —traté de justificarnos, mientras Draco rodeaba los ojos.

—Métete en tus asuntos, Weasley.

—Vete de aquí, haznos un favor —le respondí. Traté de sonar suficientemente sarcástico como para que Ron pensara que lo estaba echando a las malas, y Draco no se lo tomara como un insulto. Los balances que había que hacer eran increíblemente difíciles.

—Adiós. Y, como te decía, Harry, por Merlín, cómprate una túnica de tu tamaño. Pareces un elfo doméstico.

Ron parecía convencido con la acusación sobre la túnica, pero se había quedado mirándolo con incertidumbre. Traté de entender qué le pasaba, hasta que, rebobinando las palabras por mi mente, escuché con su voz "Harry, por Merlín".

—¿Te ha dicho Harry? —dijo Ron finalmente.

—¿Qué?

—Sí, te ha dicho Harry.

—No, no creo.

—Lo escuché con mis propios oídos.

—Deberías limpiarlos más seguido, Ron... no sé de qué me hablas. Te habrás confundido, dijo "Merlín". Oh, Dios, suenan parecido. Bueno. Ahí lo tienes.

—No, no, creo que escuché específicamente... —pero lo interrumpí.

—¿Vamos a cambiarnos para cenar? No soporto más esta camisa, huelo mal.

No hablamos más al respecto, pero estaba seguro de que seguía en su mente.

Detención (Drarry)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora