MAITINO: UN AMOR MÁS ALLÁ DEL TIEMPO.-

CAPÍTULO 18 - ¿ME QUIERES?

Camino necesitó unos días para digerir todo lo que había ocurrido aquella noche, ese breve beso con Maite, descubrir a su hermano y a su mejor amiga juntos... Que ninguno de ellos confiara en ella para contarle algo tan importante la hacían sentirse inferior... la seguían tratando como una persona desvalida, y aunque sabía que cualquier cosa le afectaba sobremanera, eso no significaba que tuvieran que protegerla de todo. Necesitaba que le dieran la oportunidad, que vieran que no era la misma, a pesar de sus ataques de ansiedad. Pasaba noches interminables sin poder dormir, sola en la oscuridad, dando vueltas en la cama, sin más compañía que sus propios pensamientos. El tiempo pasaba tan despacio que sentía como si se ahogara; vivía sin sueños, sintiendo un vacío interior que nada podía llenar. Los días transcurrían unos detrás de otros, se repetían como un mal sueño y no era capaz de desplegar ese ancla que la mantenía unida al suelo. Hasta que llegó Maite. Ese día fue increíble, con su sola presencia, supo entender sus emociones.

A veces sentía la obligación de cumplir unas expectativas, salía de su caparazón un minuto y luego volvía a esconderse. Pero eso iba a cambiar. Estaba cansada de vivir con miedo, era algo terrible, lo único que quería era volver al lugar donde todo tenía sentido, al abrigo del abrazo de Maite. Ese hueco era su lugar favorito, porque no existía una magia mayor cuando sentía el poder de su abrazo. Ella era la luz que la guiaba en los momentos más oscuros, su alma gemela. <<¿Qué es un alma gemela?>> te preguntarás. <<Es... bueno... es como un mejor amigo, pero algo más... Es la única persona en el mundo que te conoce mejor que nadie. Alguien que te hace ser mejor persona. En realidad, no te hace mejor persona. Lo haces tú mismo, porque te inspiran. Un alma gemela es alguien que puedes llevar contigo para siempre>>. Y esa persona existía, era Maite. Ella daba sentido a todos sus fracasos, a sus noches en vela, a todos los días que había decidido olvidar; que no le importaba que tenía, ni que había conseguido en la vida, sino simplemente quien era y ya está. Con sus defectos y sus virtudes, con sus cosas buenas y malas. Todo. Era ella, su sueño hecho realidad.

Tras otra noche sin dormir, algo en su interior cambió, supo que quería dejar de ser ese pájaro enjaulado que no se atrevía a salir, tenía que partir, volar y lucir sus hermosas plumas, mostrar al mundo todo lo que podía ofrecer si confiaban en ella, si le permitían entrar. No existe ninguna persona que vuelva a ser la misma después de un proceso, pues el propósito del mismo es crear una mejor versión de sí mismo. Esa noche se dio cuenta de lo que tenía que hacer, estaba tan emocionada que apenas podía quedarse quieta ni pensar claramente. Creo que era la clase de emoción que solo puede sentir una mujer enamorada. Era el momento de dejar atrás a la vieja Camino, aquella chica que vivía anclada en su pasado, era hora de decirle adiós y aferrarse a su presente, con su familia, con sus amigos, con Maite... Ella era quien le daba fuerzas para volar, y quería compartir ese vuelo a la libertad. Cuando desplegaba sus alas, la veía en cada amanecer, en cada destello de luz, ella era el sol que iluminaba su mundo, la brisa fresca de la mañana que erizaba su piel, el aire que respiraba... No podía dejar pasar más tiempo, le iba a confesar sus sentimientos de una vez, pero antes debía enfrentarse a su hermano, y a Aroa. Un pequeño paso que conllevaría una gran responsabilidad, que supondría el principio de su nueva vida, porque tenía que deshacer el nudo que se había formado durante tantos años al haberlo dejado abandonado a su suerte. Todo esfuerzo era poco si quería comenzar una relación con Maite.

- Hola hermanita, ¿por qué me has citado aquí? - Emilio estaba un poco perdido.

- Estuve aquí hace un par de noches - buscaba la manera de sacar el tema.

- Ah, ¿sí?...espera - movió su cabeza de izquierda a derecha confuso hasta que entendió todo - Camino, no quería que te enteraras así - no podía apartar su mirada, sentía que la había decepcionado.