CAPÍTULO 29 - LA GALERÍA-.

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Camino comenzó a rebuscar entre las miles de cajas que había en el pequeño desván encima de su habitación. A pesar del gran espacio con el que contaba, necesitaba un sitio donde poder guardar sus utensilios de pintura y los accesorios de la cámara de fotos, algo que inició desde el momento en que llegaron a Acacias. Cada persona después de sufrir un trauma busca la manera de sanar, con ella fue la fotografía y la pintura. Tardó un tiempo en convencer a su madre, pero rara vez le decía que no a algo, sobre todo tras su periodo de silencio. Era su manera de comunicarse con el mundo. Lo que su familia no sabía es que había ido anotando en una libreta toda esa ira, y la sensación de culpabilidad que nació cuando perdió su alma aquel trágico día donde pasó de niña a mujer en cuestión de minutos. Tras leer el diario de Maite, sentía que ella también tenía derecho a conocer su pasado. Aunque se lo había confesado en persona, no era ni la mínima parte de lo que había sufrido, al igual que Maite, guardaba mucho en su interior que a nadie contaba. Pocas veces subía a ese lugar, le traía gratos y funestos recuerdos a partes iguales, álbumes de fotos,  pinturas, libros, disfraces, recuerdos de su vida en Valdeza, de su llegada a Acacias... toda su historia se mezclaba ahí arriba, ocultas de miradas ajenas - Aquí estás - dijo mientras soplaba un poco para quitar el polvo - Cuanto tiempo sin vernos - abrazó esa libreta como si fuera una amiga cercana, alguien con quien has vivido tantas experiencias, buenas y malas, y que te conoce tan bien, que sobran las palabras - Es hora de salir de aquí - con ese pequeño gesto le devolvería el regalo. Se merecía recibir el mismo trato, la misma confianza ciega.


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La vida en la ciudad es caótica, personas de aquí para allá, el ruido de los coches pasando cada dos por tres, sonido de máquinas trabajando en algún edificio... La Navidad estaba a la vuelta de la esquina, y todo el mundo estaba con las compras de última hora, los centros comerciales se encontraban a rebosar. No había lugar para la calma mucho menos para el silencio. No conseguía acostumbrarse a pesar de los años, a veces sentía que se asfixiaba y tenía que huir al campo, al parque o a cualquier lugar alejado que le permitiera mantener la mente quieta. Ese día había quedado con Aroa, casi no se habían visto desde el día de su cumpleaños.


- ¿Qué te parece? ¿Te gusta el lugar?


- Me encanta - respondió mientras se quitaba el casco - Aunque me ha molado más la idea de la ruta en bicicleta - sonrió de oreja a oreja.


- Bueno, después de nuestro fin de semana rural, echaba de menos una visita a la naturaleza, y por supuesto tu compañía, cuñada. - recalcó esta última palabra - Porque... ya es oficial, oficial, ¿no?


- Lo preguntas como si fuéramos a casarnos - su carcajada resonó entre los árboles - Sí que lo es. Supongo que lo sabíamos desde el principio, pero ninguno de los dos quería sacar el tema por miedo a ser rechazados...así que por una vez tuve el valor de ser la primera...y no sabes cuánto me alegro - su rostro mostraba serenidad y felicidad a partes iguales.


- Y yo me alegro de que formes parte de la familia - se acercó y la besó en la mejilla - ¿Nos sentamos un rato antes de seguir? Quiero contarte algo.


- Ya sabía yo que algo pasaba.


MAITINO: UN AMOR MÁS ALLÁ DEL TIEMPO.-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora