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Sesshumaru no podía creer lo que Kikio decía, sabía que Aome era de lejos y que no pertenecía a su pueblo pero nunca hubiera imaginado que provenía del otro lado de la cueva. Tantas historias y tantas leyendas se decían de ese lugar y el solamente pensaba que eran cuentos de niños, era difícil para el peliplata creer que del otro lado de la cueva hubiera otro mundo distinto al suyo, un mundo al que él no podría cruzar, un mundo al que pertenecía Aome.
Sin embargo ahora se encontraba cerca de la entrada de dicha cueva con Aome entre sus brazos, aunque era necesario dejarla ir para él era dejar ir la mitad de su mundo, la mitad de su alma.

— Ella no pertenece a este lugar — dijo Kikio mientras se encontraba parada a un lado del peliplata — debe regresar a su hogar, si no lo hace hoy, ella no podrá volver jamás, y seguramente no sobreviviría.

— ¿Y que pasa si ella no se quiere ir? — dijo el peliplata besando la frente de la azabache, se encontraba renuente a dejarla ir, había imaginado una vida juntos, una familia con ella, hijos un hogar y ahora le pedían dejarla ir, era demasiado difícil para él.

— Eso no lo sabremos, ella está inconsciente no puede decidir si se queda o no, — dijo Kikio cabizbaja — pero en estos momentos lo mejor es que vuelva, esa herida la ha hecho perder mucha sangre, si se queda aquí seguramente morirá en menos de un día.

Sesshumaru fijó su vista en la herida de Aome, la sangre había dejado de salir pero aún así ya había perdido mucha sangre, su rostro lucía pálido y sin vida, sus labios rosas ahora eran casi blanquecinos, sus ojos azules llenos de vida ahora se encontraban cerrados.

— Se que ella no quiere irse, — dijo Sesshumaru apretando los puños, no quería separse de Aome, la amaba — busquen a los mejores curanderos, ¡Alguno podrá hacer algo para ayudarla!

Las últimas palabras Sesshumaru las gritó mientras que de sus ojos comenzaban a rodar gruesas lágrimas saladas, hasta ese momento solamente había llorado una vez ahora que era adulto, una sola vez estando solo y ahora lloraba delante de la gente sin importarle que los demás lo vieran, lo único que le importaba era que Aome estuviera bien y estuviera a su lado.

— Sesshumaru — dijo Inuyasha mientras ponía su mano sobre el hombro de su hermano, tenían que hacerlo entrar en razón ahora lo más importante era el bienestar de la azabache — debes dejarla ir, es por su bien, además si ella quiere volverá.

Sesshumaru levantó la vista y miró a Kikio, al ver que la sacerdotisa bajaba la vista supo que ella no volvería, abrazo fuertemente a la azabache y camino con ella entre sus brazos, mientras caminaba hacia la cueva recordaba el día que la conoció, nunca hubiera imaginado que al salvarla estaba salvando su felicidad y al amor de su vida, pero a la vez se estaba condenado a vivir una vida llena de soledad pues si no era la azabache con la que compartiría su vida no quería compartirla con nadie mas.

— No quiero dejarte ir, se que soy egoísta pero yo podría hacerte la mujer más feliz de este imperio, solamente quédate a mi lado, por favor Aome despierta y dime qué quieres quedarte a mi lado — depósito un beso en los fríos labios de Aome, le era tan difícil dejarla ir — Si no despiertas, te juro que nunca te olvidaré nunca nadie será capaz de reemplazarte en mi corazón, siempre seré tuyo y tú donde estés siempre serás mía.

Sesshumaru llegó a la entrada de la cueva, se detuvo al ver la obscuridad que ahí había.

— Tienes que dejarla lo más profundo que puedas, pero debe de ser antes que los primeros rayos de la luz de la luna entren al interior de la cueva después sería demasiado tarde — dijo Kikio a Sesshumaru él era el único que podría llevarla.

— No puedo dejarla sola — dijo el peliplata — no sé qué peligros puede haber en el interior de esa cueva.

— La cueva es el lugar más seguro para ella — dijo Kikio intentado tranquilizarlo un poco — además la sacerdotisa de su época la está esperando.

QUÉDATE A MI LADO 💞💞💞(Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora