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El trabajo había sido arduo y demasiado agotador, las pirámides estaban en un estado tan deplorable, que solamente parecían cerros pequeños, tardaron tres meses en lograr quitar toda los árboles y la maleza que habían cubierto las pirámides durante cientos de años. Las rocas de los escalones se habían desprendido seguramente se llevarían más tiempo del pensado en volver a restaurar las pirámides.

Aome disfrutaba cada momento de ese trabajo, era su sueño ver las ruinas arqueológicas más importantes de su estado nuevamente resplandecientes.

Sango seguía cada paso de la azabache ella era un poco más pesimista que su amiga, pero aún así seguía apoyando incondicionalmente cada locura de su amiga.

— ¡Aome! — gritó emocionada la castaña — ¡Ven rápido, hemos encontrado la entrada a lo que parece ser una extraña cueva!

Aome caminó rápidamente en dirección a la castaña, habían encontrado varias cosas en el tiempo que tenían trabando en las pirámides, cosas que iban desde pequeños cuchillos y herramientas, hasta una estatua de unos sesenta centímetros.
Tenía la esperanza de encontrar demasiadas cosas, si así fuera con lo que encontrara buscaría la manera de abrir un museo y dar a conocer más sobre esa magnífica civilización.
La entrada de la cueva que decía Sango era más bien como una antigua puerta cubierta de piedra y raíces, en la parte baja de la pirámide más grande.
La azabache estaba segura que si encontraba algo ahí seguramente sería algo importante.

— Por favor — dijo dirigiéndose a un grupo de hombres que se encontraban a su lado — Necesitamos quitar todo esto, pero debemos hacerlo con mucho cuidado, no sabemos muy bien que podría haber del otro lado, así que les pido que sean demasiado cuidadosos.

El grupo de hombres asintieron, Aome era la encargada de la restauración, así que debían obedecer sus órdenes.

Una semana entera tardaron en poder quitar todo lo que había, las rocas y raíces que se encontraban cerrando esa cueva una a una fueron removidas, el momento de entrar y ver lo que había en su interior se había llegado.

Aome encabezaba el grupo de personas que entrarían a esa cueva, no sabían que tan profunda y obscura sería así que tomaron sus linternas y se aventuraron al interior de la cueva.

Las telarañas cubrían cada parte de ese lugar, un olor a humedad invadía sus fosas nasales, la zona era conocida por sus manantiales subterráneos seguramente por eso era el olor de humedad.

Gracias a la luz de las linternas podían ver cada detalle de esa cueva, a ambos lados había algunos palos dónde probablemente los antiguo habitantes habían colocado antorchas para iluminar el camino obscuro que ahora estaban recorriendo.

— Aome — dijo la castaña — este lugar es tan... lúgubre.

Aome pensaba todo lo contrario, estaba casi cien por ciento segura de que ese lugar podría ser una tumba, tal vez alguien importante había sido enterrado al interior de esa cueva, ahora su trabajo sería investigar quién fue.

— ¿Cuánto llevamos recorrido? — preguntó la azabache, había perdido la cuenta, se encontraba maravillada que se había olvidado de calcular la distancia recorrida.

— Aproximadamente cuarenta metros — respondió un joven de pelo negro.

— Muy bien Houyo, sigue calculando.

Siguieron caminando un poco más, Aome seguía admirando todo lo que veía, aunque no había mucho que ver, aproximadamente unos diez metros más se encontraron con un par de pilares hechos de rocas, Aome sabía que lo mejor estaba por venir, despojaron la entrada de varias telarañas que impedían su paso, al estar dentro el asombro invadió a la azabache.

Frente a ellos había una tumba, la más grandiosa que Aome había visto, varias vasijas intactas con distintos grabados se encontraban ahí, una pequeña estatua de algún dios prehispánico talvez, en el centro de la habitación había un altar con varias figuras hechas de piedra, las personas que acompañaban a la azabache estaban sin poder creer lo que veían, sabían perfectamente que el altar frente a ellos debía ser la tumba de alguien importante, estaban ansiosos por poder poner sus manos encima y averiguar quién era el personaje que merecía una tumba de esa manera.

— Necesito dar aviso de este descubrimiento — dijo Aome saliendo de su asombro — traigan ayuda, entre más pronto esté el inventario más pronto sabremos a quién tenemos frente a nosotros.

La vista de todos siguió la mirada de Aome la cual estaba fija en el altar frente a ella.

[...]

Tres meses tardaron para hacer el inventario, las cosas que encontraron eran demasiadas, figuras de dioses, vasijas de barro, algunos petates y joyas de oro y obsidiana. Pero lo que más conmovió a las personas fue que junto al altar se encontraban los restos de un perro guardián, un xoloscuintle el perro que llevaría a su amo a Mictlán el mundo de los muertos.

Aome se encontraba frente al altar ese era el día que estaba esperando por fin tendría la oportunidad de saber quién era la persona que había sido sepultada ahí. Habían inspeccionado el altar, varias joyas de obsidiana, oro y jade adornaban la parte superior, una gran piedra cubría la parte de lo que talvez era como un ataúd antiguo de roca. Con demasiado trabajo Aome y su equipo estaban a tan poco de lograr quitar la piedra.
La respiración de todos se detuvo, la piedra había sido removida, frente a ellos se encontraba un esqueleto completo e intacto, su rostro estaba cubierto por una máscara cubierta de pequeñas joyas y obsidiana azul.

— El era... — dijo Aome sin poder terminar su frase, solo los grandes señores eran cubiertos con máscaras como esas.

— ¡Si Aome! — gritó Sango emocionada — si no me equivoco encontraste la tumba ¡La tumba del señor Sesshumaru, el perro plateado.

QUÉDATE A MI LADO 💞💞💞(Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora