QUÉDATE A MI LADO 💞💞💞(Completa)

15.

La gente estaba toda reunida a los pies del templo de los sacrificios, varios hombres de Onigumo se encontraban resguardando para evitar tener levantamientos entre esas personas. Toda la gente del imperio se había reunido, no por voluntad propia si no por que habían sido amenazados de muerte si no lo hacían. El miedo era ahora lo que motivaba a las personas a obedecer las órdenes de esos hombres.

En la parte de arriba del templo, en la cima donde se realizaban los sacrificios una hermosa mujer de tez blanca y cabellos azabaches se encontraba finamente vestida, a pesar de conocer el motivo por el cual usaba esa ropa y por el cual se encontraba en ese hermoso templo no se mostraba asustada, al menos no físicamente, por dentro estaba ya muriendo su vida estaba a punto e terminar en una época completamente distinta a la suya.
Miró con amor a toda esa gente que estaba al pie de la pirámide, sus rostros reflejaban el miedo y el terror, al menos ellos se permitían expresar libremente su miedo, pero ella, ella no quería permitirse eso no quería darle el gusto a ese hombre de verla asustada.

— Este pueblo te hubiera amado — dijo Onigumo al llegar a su lado — ellos no saben que eres la mujer del Perro Plateado si lo supieran estarían luchando para liberarte, pero cuando se enteren tal vez sea demasiado tarde — Aome lo miro desafiante, quería gritarle pero no, no lo haría guardaría un poco de su dignidad — No me mires de esa manera, ¿Acaso? ¡No puede ser! ¿Aún sigues pensando que el vendrá?

Aome apartó la mirada de ese hombre, no quería responder, no lo haría, pero por supuesto que guardaba la esperanza de que él llegara a tiempo.

— ¡Señor! — gritó uno de sus guerreros — el ejercicio del Perro Plateado ha llegado, se encuentra muy cerca de aqui, si no lo detenemos estará aquí en poco tiempo.

Aome sonrió, Sesshumaru por fin había llegado — Ha venido, el te matará.

Onigumo sonrió de la lado al escuchar las palabras de la azabache — Maten a todo aquel que quiera llegar aquí, no se detengan, al Perro Plateado lo quiero vivo.

La preocupación se hizo presente en el rostro de la azabache, no sabía con cuántos guerreros contaba Sesshumaru, tampoco sabía el estado en que se encontraban, por ahora solamente podía hacer una cosa…esperar y confiar en que el llegaría a tiempo.

Onigumo se apartó de la azabache y comenzó a caminar al frente junto a una sacerdotisa que había traído de su imperio, la mujer se veía un poco mayor que Kikio, pero en su rostro no había la sonrisa amable que Kikio mostraba.

— Habitantes del imperio del Perro Plateado, soy Onigumo su conquistador, los dioses han sido amables conmigo permitiéndome ganar está batalla, y yo suelo agradecerles compartiendo mi felicidad con ustedes — gritó Onigumo a las personas que lo veían asustadas — hoy les ofrezco la oportunidad de pertenecer al nuevo imperio que se levantará sobre estas ruinas, aquellos que se nieguen no serán beneficiados con mi bondad y la muerte será su destino, así que ustedes deciden el camino a la grandeza del nuevo imperio o el camino hacia el mundo de los muertos.

Ninguno de los presentes quiso oponerse a las palabras de Onigumo, no tenían el valor ni la fuerza para hacerlo, solamente se habían convertido en observadores de la desgracia de su pueblo.

— Hoy en agradecimiento a los dioses les ofrecemos el sacrificio de esta mujer — dijo Onigumo mientras la sacerdotisa llevaba a Aome hacia el frente para que todas las personas pudieran verla — ella ha sido la aprendiz de sacerdotisa, pero ya no será necesaria, Tsubaki se encargará de todas las futuras ceremonias, además su sacerdotisa Kikio se convertirá en mi mujer.

Un jadeo de sorpresa salió de los labios de las personas, Kikio había permanecido casta hasta ese momento debido a la protección de Sesshumaru, pero ahora este hombre se atrevía a reclamarla como suya, lo que sorprendió a todos.