Aome miraba detenidamente el dije en sus manos, si no fuera porque lo había sacado de una tumba que tenía cientos de años cerrada y porque traía su dije colgando del cuello juraría se trataba del suyo.
La misma luna, con la misma estrella en el centro y sus iniciales, demasiada coincidencia. No entendía como podía haber dos dijes iguales, se suponía que su dije era único había sido mandado hacer por sus padres.— ¿Sabías que lo que has hecho es ilegal? — dijo Sango con las manos en la cintura.
Aome volteó a verla y sonrió.
— Lo devolveré, es solo que necesito llevarlo a examinar, ¿No tienes curiosidad por saber porqué es idéntico al mío?— ¡Por supuesto que la tengo! Pero si alguien descubre que tomaste eso sin permiso ¿Que creés que va a suceder?
— Nada bueno — respondió Aome.
— ¡Nada bueno! — gritó Sango — ¡Nos echarán del proyecto! No es que me guste tu pueblo, es demasiado quieto para mí gusto, pero mi trabajo si me gusta y no quiero perderlo.
Aome se puso de pie, tomó las llaves y comenzó a caminar hacia la puerta — ¿Te quedas o me acompañas? — dijo mirando a Sango.
— ¡Que! ¿A dónde vas?
— A la ciudad, tengo que investigar que relación hay entre estos dijes.
Sango la siguió de mala gana, sabía que lo que estaba haciendo Aome era una locura pero en ese caso no tenía de otra que acompañarla. Aome comenzó a conducir intentando restarle importancia a los comentarios de su amiga, Sango tenía razón en cada uno de sus reclamos pero era muy importante averiguar ese misterio, así que estaba dispuesta a soportar cada palabra de su compañera.
— Has cometido locuras — decía Sango — pero ésta es la peor, nunca pensé que se te ocurriría hacer... ¡Ay! ¡¿Que sucede, por qué frenas de esa manera?!
— Lo siento, es que no ví de dónde salió esa anciana — dijo Aome mirando a la mujer de edad avanzada que se encontraba parada frente a su auto.
La anciana la miraba con una sonrisa en su envejecido rostro, su pelo completamente blanco lo traía recogido en un chongo, sus enaguas rojas casi llegaban al suelo, pero lo que hizo recordar a Aome fue el parche que traía en su ojo.
— Usted es, ella es...la anciana Kaede.
La anciana asintió y siguió su camino sin borrar la sonrisa de su cara.
— ¿La conoces? — preguntó la castaña, a su ver esa anciana le resultaba bastante extraña.
— Si, es la anciana que vive cerca de la cueva, los niños siempre le han tenido miedo la llamaban la bruja del pueblo, pero yo solía visitarla cuando podía, es agradable una vez que la conoces, recuerdo que me llamaba pequeña Sacerdotisa.
— Pues yo creo que está loca — dijo Sango — ninguna persona razonable se le atraviesa a un auto en movimiento.
— No lo sé, vive sola — dijo Aome mientras volvía a conducir — no tiene familia, todo el tiempo se le miraba al pie de las pirámides recogiendo leña o cortando algunos nopales que después vendía, no pensé que aún viviera, es demasiado anciana.
— Pues no sé, pero su sonrisa me incómoda.
El resto del viaje siguió de manera tranquila, las dos horas que duraba el trayecto se le hizo eterno a la azabache, al llegar a la ciudad Aome se dirigió directamente hacía una joyería que principalmente se encargaba de joyas antiguas.
La intención de la azabache era investigar la relación que existía entre el dije que habían encontrado y el que ella traía colgado en su cuello.
Al llegar al estacionamiento Aome se dirigió directamente con el encargado de la joyería.
Un anciano salió para atenderla personalmente.— Buenas tardes señorita, en que puedo ayudarla, mi nombre es Totosai, soy el encargado de este establecimiento.
— Mucho gusto, soy Aome Higurashi, me dijeron que usted se especializa en joyas antiguas y me encantaría que me pudiera ayudar con un dije, creo que es demasiado antiguo pero no estoy segura ¿Cree usted que podría ayudarme?
El anciano sonrió, la joven que tenía enfrente hablaba mucho, pero se miraba agradable y honesta.
— Si me muestra la joya ayudaré en lo que pueda, señorita Higurashi.
Aome saco el dije de entre su ropa, Totosai extendió la mano para tomar el dije que la joven le entregaba. El anciano frunció el entrecejo, la joya que tenía en sus manos parecía demasiado común a simple vista, pero no podía decir nada sin antes examinarla un poco.
Aome miraba de manera atenta como ese anciano estudiaba ese dije.— A simple vista parece una joya demasiado sencilla, por su diseño podría decir que no es antigua, pero por estás pequeñas marcas demuestran que su antigüedad es de cientos de años, no lo sé tal vez mil o más, pero las letras que tienen escritas no pueden ser de esa época, no existía esa clase de escritura.
El anciano se miraba confundido, jamás en todos sus años de vida había visto una joya así, era muy extraña.
— Me puede decir ¿Que semejanzas encuentra entre ese dije y este otro dije? — dijo Aome entregándole el dije que llevaba en su cuello.
El anciano tomó el otro dije, sus ojos se abrieron de la sorpresa y la confusión, miró como horrorizado a la azabache.
— Estás... éstos dos dijes son idénticos, las letras al reverso son las mismas y los trazos son iguales obviamente fueron escritos por la misma persona — el anciano sacudió la cabeza, como si sus propias palabras lo confundieran demasiado — pero no puede ser la misma, está de acá tiene por lo menos mil años de antigüedad, mientras la que usted traía en su cuello es reciente tal vez unos veinte años cuando mucho.
[…]
Sango se sentó en el sofá de la casa, el viaje a la ciudad había sido agotador; cuatro horas sentada en el asiento del copiloto
ya sentía su trasero partirse en pedazos. Por otro lado Aome no dejaba de pensar en lo que le había dicho el anciano Totosai, se encontraba más confundida que antes, su cabeza no dejaba de dar vueltas sobre los dos dije que tenía en su mano.— Aome, no sé tú pero yo voy a tomar una ducha y me iré a dormir — dijo Sango caminando rumbo hacia su habitación — el día de hoy no tuviste piedad de mi trasero — decía alejándose de la sala mientras sobaba su trasero efusivamente.
Aome permaneció en la sala, no apartaba la vista de ese par de dijes, necesitaba despejar su mente, el anciano Totosai la había dejado mucho más confundida de lo que ya estaba. Tomó su abrigo y salió de la casa,
comenzó a caminar bajo la luz de las estrellas, era demasiado tarde pero aún así ella se sentía demasiado segura en su pequeño pueblo, la noche era demasiado fría, pero aún así sentía paz y tranquilidad caminando por las calles de su pueblo.
Al darse cuenta en dónde estaba detuvo su paso, no había estado en ese lugar desde que era una niña, había pasado quince años que no ponía un pie tan cerca de esa cueva, no la recordaba tan lúgubre o tal vez era la obscuridad de la noche lo que la hacía sentir incómoda en ese lugar.— Por fín regresaste, pequeña Sacerdotisa.
Aome se volteó para ver a la persona que había hablado, una anciana se encontraba parada a un lado de la entrada de la cueva.
— Anciana Kaede — saludó Aome un poco nerviosa — hace mucho que no la veía, ¿Cómo ha estado?
— Te he esperado por mucho tiempo, pensé que moriría antes de volver a verte — dijo la anciana.
— No diga eso, es solo que desde que murieron mis padre no había pensado en regresar, pero es mi pueblo y es mi gente, tenía que volver.
— Es tu pueblo, es tu gente y es tu destino — dijo la anciana Kaede caminando hacía Aome — el momento ha llegado, soy la última guardiana y es hora de ayudarte a cumplir tu destino.
— ¿A qué se refiere? ¿Cómo que es la última guardiana? ¿De que destino me habla?
La anciana sonrió — Soy la guardiana de la tumba y de la entrada. Tu destino está dentro de esa cueva.
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QUÉDATE A MI LADO 💞💞💞(Completa)
FanfictionAome Higurashi, es una arqueóloga que ama su profesión, su pueblo y sus raíces. De orígen humilde sale de su puedo para abrirse camino en una carrera nada fácil. Cinco años después regresa a su lugar de orígen para estudiar unas antiguas pirámides a...