21. EPÍLOGO

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Habían pasado dos años desde el regreso de Aome, el pueblo de Sesshumaru había estado en paz, ningún enemigo se había atrevido a atacar su imperio pues ahora el peliplata no solo protegía a su pueblo, si no también a su amada azabache y por ella él era capaz de dar la vida.
La prosperidad del pueblo era muy notoria, las cosechas habían mejorado gracias a los consejos de la azabache, la cual se encargaba de verificar las necesidades del pueblo, era amada y respetada por todos, no solamente por ser la mujer de su gobernante si no también por ser una gran persona.

Aome acostumbraba visitar al pueblo, caminaba entre ellos y conversaba sobre sus necesidades, varios ancianos importantes y algunos sacerdotes le habían llamado la atención ya que la realeza no acostumbraba a hacer esas cosas, pero ella hacía caso omiso de todas esas quejas, disfrutaba escuchar a las personas.

— ¿Hoy no vas a ir a caminar? — dijo Sesshumaru al ver que Aome seguía acostada hasta muy tarde, ella solía madrugar por lo que se le hacía muy extraño que ella no quisiera levantarse.

Aome se estiró un poco y bostezó, solamente se envolvió en una cobija e ignoró a Sesshumaru.

— Aome, ¿Sucede algo? — preguntó preocupado — ¡Si alguien te ha dicho o hecho algo yo…

— No, solamente…necesito dormir un poco más.

— Tenía algo que hacer con Bankotsu, pero si deseas me puedo quedar a tu lado — dijo el peliplata recostándose a su lado.

Aome negó con la cabeza, no quería interferir en los asuntos del peliplata.
— No te preocupes, solamente estaré aquí un momento, quedé de visitar a una anciana, ella necesita mi ayuda.

Sesshumaru besó la frente de Aome y se despidió de ella — Si es necesario traeré a todos los curanderos para que te revisen.

— No, no es necesario — dijo Aome sonriendo a Sesshumaru, el solía cuidarla demasiado.

Sesshumaru salió de mala gana, le preocupaba la actitud de Aome, nunca la había visto de esa manera.
Al salir Sesshumaru Aome sonrió e inmediatamente se puso de pie, tomó su vestimenta y se apresuró a salir.
Caminaba alerta, no quería ser descubierta no aún, la gente la saludaba pero ella solamente correspondía al saludo sin detenerse a conversar, caminó apresuradamente sin detenerse al llegar frente a una humilde casa, se detuvo y miró hacia atrás para asegurarse que nadie la viera entrar a ese lugar.

Pasaron los minutos y Aome salió de  esa casa con una enorme sonrisa, se veía radiante y feliz, se dirigió directamente a buscar a Kikio.

— ¡Aome, que gusto verte! — dijo Kikio emocionada, tenía un par de días sin ver a Aome, cuando ellas acostumbraban a reunirse todo los días.

— Lo lamento, he estado un poco ocupada.

— ¿Que podría ser tan importante para que no vinieras a conocer a tu nuevo sobrino — dijo Inuyasha mientras entraba con un bebé recién nacido en sus brazos.

Aome se puso de pie e inmediatamente se dirigió hacia Inuyasha para tomar al pequeño en sus brazos — Es hermoso — dijo Aome admirando al bebé — tiene la mirada dorada como Inuyasha, pero el color de su pelo como su madre, a diferencia de su hermana que tiene los ojos negros y el pelo plateado, y de hecho ¿En donde está la pequeña?

— Cortando algunas flores para su madre — contestó Inuyasha — desde que aprendió a caminar le gusta pasear por las flores.

— Le he dicho a Inuyasha que es peligroso pero el insiste que es bueno, para que aprenda a amar a la naturaleza — dijo Kikio.

Aome estuvo con ellos casi hasta el atardecer, no quería regresar temprano a su casa, caminó cerca del río, antes de dirigirse a su hogar, tenía muchas cosas que pensar.

QUÉDATE A MI LADO 💞💞💞(Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora