Capítulo 18.

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Al día siguiente, martes, en el orfanato empezaba un nuevo día.

Por la mañana, desde muy temprano, Bruno empezó a fingir que se encontraba mal y David intentaba convencer a los curas de ello. Pero era complicado, no se les engañaba tan fácilmente.

Pero finalmente los curas cedieron y le permitieron no presentarse a las clases de hoy, se lo dijeron en el comedor mientras David y él desayunaban. Aunque Bruno no dejó de actuar diciendo que no tenía hambre y tocándose el estómago. “Es muy bueno fingiendo”, pensó David riéndose por dentro.

Cuando todo parecía que iba a salir bien llegaron los problemas: Pablo tampoco iba a ir, y como se supone que él y Bruno se llevaban bien tendría que estar con él o mentirle para escaparse. Lo que Bruno y David iban a hacer no tenía por qué saberlo nadie y mucho menos Pablo, que no sabía mantener la boca cerrada.

Cuando llegó la hora de que los demás salieran a correr, Bruno no sabía todavía lo que le iba a decir a Pablo para que le dejase en paz porque desde que los demás se fueron no se despegaba de él.

Estuvieron un rato hablando y mientras tanto Bruno pensó qué hacer. La primera idea que se le ocurrió fue ir a la cocina y salir por la puerta de atrás y decirle a Pablo que iba a intentar comer algo. Pero… Probablemente Pablo querría acompañarle y entonces no funcionaría la idea, y también había que tener en cuenta de que estaba malo y supuestamente no tenía apetito, pero claro, se moría de hambre.

Pero de todas formas lo intentó, aunque empezó a pensar en un “plan b” muy pronto porque cuando le comentó a Pablo lo que iba a hacer él le respondió:

—Iré contigo hombre, si nos pillan que nos castiguen a los dos.

Bruno no podía permitir que fueran, porque tampoco quería problemas y menos hoy. Así que dijo:

—No, prefiero no ir porque se me ha revuelto el estómago. Ahora mismo vuelvo, voy al baño.

Era una idea brillante por su parte, porque como estaba fingiendo estar malo Pablo se lo creería. Eso fue exactamente lo que pasó, le dijo que vale y que le esperaría allí.

Cuando Bruno llegó al baño se dijo a sí mismo que tenía que pensar algo rápidamente o Pablo se presentaría allí a ver por qué tardaba tanto. 

Entonces vio la ventana y pronto supo qué hacer. Saldría por la ventana, que como estaba en el primer piso no le pasaría nada si pegaba un salto a través de ella, después solamente le quedaría ir al otro orfanato, el de las chicas.

Un minuto después de pensarlo se puso a hacerlo sin saber qué le podía pasar. Pero por suerte aterrizó en el suelo sin ningún problema. Ahora tenía que rodear el orfanato porque el monte quedaba para el otro lado.

Decidió hacerlo por la parte de atrás por si acaso, pero aunque él creía que nadie lo había visto unos ojos lo observaron desde que tocó el suelo.

Cuando Bruno estaba a punto de pasar la esquina del orfanato se asustó y su corazón empezó a latir descontroladamente. Allí estaba Pablo, apoyado contra la pared del orfanato y le dijo:

—¿Por qué me has mentido? ¿Tu dolor de estómago también es mentira verdad? ¿Por qué David y tú ya no estáis con nosotros?

—Demasiadas preguntas que no me apetece responder, lo siento —fue lo que respondió Bruno, Pablo le caía extremadamente mal.

—¿A dónde ibas?

—A ningún sitio, me apetecía dar una vuelta —mintió Bruno.

—Sí, ¿no? No me lo creo, ya no me creo nada de lo que me digas —le acusó Pablo—. Fueras a donde fueras no te voy a dejar ir, así que entra al orfanato delante de mí ahora mismo a no ser que quieras que comente esto a los curas, claro.

Sueña conmigo, por favor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora