Capítulo 7.

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"Lunes, que palo”, pensó Alex. A aquellas horas de la mañana se arrepentía de haber decidido ir al instituto al día siguiente de llegar cuando no tenía la obligación de hacerlo. Pero bueno, aquello fue lo que quería ayer aunque hoy no le apeteciera lo más mínimo.

Alex tardó lo suyo en estar listo. Como era el primer día su padre le llevaría en coche al colegio, pero estaba claro que de aquel día en adelante le tocaría caminar.

Su padre le dejó en la cera, al lado del edificio. Era un instituto grande, no muy bonito por fuera, la verdad. Un par de campos de fútbol y baloncesto y poco más se veía desde su posición, lo cual no era muy apasionante.

-Adiós Alex, disfruta de tu primer día. Eh intenta hacer amigos para que se aun poco más llevadero —le dijo su padre antes de irse-. Recuerda que a las dos y media te vendré a recoger.

“Qué raro que no me haya dicho nada por el estilo antes…”, pensó Alex. Dicho aquello Jose, se fue y dejó a Alex delante de su futuro centro educativo.

Alex atravesó la puerta tímidamente, pero… Nadie le miraba. Todo el mundo tenía algo que hacer y nadie se fijaba en aquel niño nuevo que acababa de entrar.

Como le habían explicado sus padres durante el desayuno aquella misma mañana: tenía que entrar en el edificio y allí preguntar a alguna persona adulta dónde está el despacho del director, él le daría toda la información necesaria.

Entró al edificio y le preguntó a una profesora que pasaba a ver dónde estaba el despacho, pero se confundió y no era una profesora sino una madre. Pero… Afortunadamente la mujer venía del despacho del director y le indicó cómo ir.

Siguió los pasos que le dijo aquella mujer, todo recto por el pasillo y a la derecha. Se quedó delante de la puerta mirando antes de tocar y en cuanto tocó, oyó una voz al otro lado de la puerta diciendo:

—Adelante.

Alex no se lo pensó dos veces y entró. El despacho era enorme y debido a los grandes ventanales y debido a que estaba en la planta bajan desde allí veía todos los campos y lugares de juego del colegio.

—Tú debes de ser Alex, ¿Me equivoco?

—No lo hace —respondió Alex.

—Bienvenido a este centro educativo. Tiene que saber algunas de las normas del centro y recoger sus libros, los cuales estarán en recepción que está al otro lado del pasillo. Esperemos que se amolde bien y rápidamente. Puede irse, y no se olvide de recoger su horario, libro y normas del centro en recepción —le recordó una vez más el director.

—Muchísimas gracias señor, encantado de conocerle —y después de dedicarle una sonrisa se fue.

Después de recoger los libros en recepción, la recepcionista le acompañó a su primera clase, matemáticas. A Alex le puso melancólico aquella clase, le traía tantos recuerdos…

La mañana fue aburridísima pero gracias a Dios el recreo era de cuarenta y cinco minutos. Aunque aquel recreo lo pasase un poco mal acribillado por las preguntas de sus compañeros, y lo peor era que tenía que inventarse toda una vida con sus nuevos padres y que sonase convincente.

La gente de allí era maja y enseguida notó que todos estaban con todos, aunque Alex sospechaba que fuera de aquel centro las cosas no irían tan bien. Pero era un pueblo relativamente pequeño, así que podría ser cualquier cosa. A él en especial le llamaron la atención Álvaro y Naroa. No sabía por qué pero algo le decía que podrían llegar a ser muy buenos amigos. Jordi y Maitane también le llamaron mucho la atención entre otros.

Pronto supo cuales eran los grupos ya que se sentaban cerca y hablaban entre ellos aunque estuviesen todos juntos y justo los que él había creído que serían buenos amigos estaban juntos y le dijeron que se sentase con  ellos.

Sueña conmigo, por favor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora