Capítulo 4.

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Por el camino decidió no decirle a nadie lo que había oído, primero tenía que reflexionar sobre ello. Tendría mucho tiempo para pensar qué hacer. De momento lo que tenía que hacer era volver a las habitaciones.

En la habitación le esperaba Bruno. Estaba sentado en su cama y un poco desanimado. Alex decidió que este no era un buen momento para volverle a preguntar sobre las chicas.

— ¿Dónde ha ido David? —le preguntó.

—Está en su habitación, por si no te acuerdas tenemos que esperar casi tres horas para ir —respondió Bruno medio susurrando para que nadie les oyera—. Hablo así porque ya sabes que se oye todo, le aclaró a Alex.

Era cierto, tenían un buen rato para descansar. Alex quería hacer sus deberes pero el sueño era mayor que sus ganas así que se metió en su cama. Cuando Don Felipe pasó a las 10:30 a decir que era hora de irse a la cama se encontró con los dos dormidos, o al menos, eso creía él. De lo que no se dio cuenta fue de que les despertó, haciéndoles un gran favor.

Alex, tuvo que ir a la cama de Bruno a despertarle porque ni se había inmutado. Después de unos cuantos golpes y susurros por fin dijo:

— ¿Qué hora es? —susurró Bruno.

—Son las diez y media, por si no te has dado cuenta acaba de pasar Don Felipe.

Aprovecharon la media hora que les quedaba para estirar los músculos, ducharse y arreglarse un poco. A los dos se les notaba que estaban nerviosos. Quedaban cinco minutos para las once, la hora a la que habían quedado con David. Solo con David, es lo que decidieron aquella tarde; Ya que si iban muchos no era el mismo ambiente de… ¿Intimidad? Puede que algún día lo necesitasen.

— ¿Vamos ya hacia los baños de la entrada? —preguntó Alex.

—Vamos, intenta no hacer ruido, que te conozco —respondió Bruno haciendo a Alex reír.

Bajaron sin hacer ningún ruido y en el baño  ya estaba David. Abrieron la puerta de la entrada y se llevaron la llave con ellos para luego poder entrar fácilmente.

Empezaron a andar hacia la parte de atrás del orfanato, mientras sus nervios aumentaban. Cuando estuvieron a unos cuantos metros del orfanato Alex preguntó a David:

— ¿Qué les has dicho a los demás para que no vengan?

—Les he dicho que al final no íbamos a quedar con ellas y que ya quedaremos otro día. Aunque no suena nada convincente porque es imposible que haya podido hablar con las chicas, se lo han creído —respondió—. Otra cosa que de la que tengo curiosidad… Alex tú ya sé que vas por Sara, pero… ¿Qué hay de ti Bruno?

—Lo decidiré hoy —dijo un poco inseguro—. Aunque igual no me gusta ninguna, eso nunca se sabe.

—Pero… ¿No tienes ninguna que te llame más la atención? —insistió.

—Sí, bueno, estoy entre Sara o Maider.

A Alex apenas le sorprendió. Tenía que haber una razón por la que no se lo había dicho antes. La cual era que a él también le gustaba, al menos un poco, Sara.

— ¿Y tú David, cual prefieres? —Preguntó con una curiosidad notable Bruno—. Yo lo he dicho, ahora te toca a ti.

—No quiero que penséis que soy un guarro o algo así, porque lo acabo de dejar con Sara y voy a por otra, pero creo que me gusta Emma —respondió este—. Emma siempre ha tenido algo que me ha encantado, pero no sé el qué.

Ya les quedaba poco para la cima, pero todavía quedaba. No se había hecho muy largo el viaje. Cada paso que daban hacia la cima les ponía más nerviosos. Tanto que Alex casi temblaba. Y por fin llegaron.

Sueña conmigo, por favor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora