Capítulo 20.

237 23 8
                                    

Alex estuvo estudiando durante la mayor parte de aquel miércoles. No tenía apenas tiempo porque aunque estuviera mal físicamente se había perdido algunos exámenes, que estuvo perfeccionando durante aquel día. Mañana, jueves, volvería a ir al instituto y estaba seguro que le harían todos los exámenes atrasados de golpe más los propios de ese día.

Al llegar la noche no se fue muy tarde a la cama porque tenía todos los exámenes estudiados perfectamente, aún así al día siguiente a la mañana se levantaría algo temprano para repasar todos y cada uno de ellos.

Por ahora durante aquella noche de miércoles lo único que hizo fue pensar en el orfanato y en cómo estaría David, que seguramente estaría muy mal, y todo por su culpa. La culpabilidad era uno de los peores sentimientos que tenía Alex, o al menos el que a él menos le gustaba sentir de todos, aunque sentirse engañado también era de los sentimientos que peor sobrellevaba.

Tardó un buen rato en darse cuenta de que tenía que pensar sobre cómo tendrían que entrar al orfanato y sacó una hoja de borrador, un lápiz y empezó a pensar y a dibujar mientras se le ocurrían cosas.

Diez minutos después su habitación tenía más de diez bolas de papel arrugado en el suelo y lo único que detuvo aquel proceso fue Bego, diciéndole a Alex que era hora de cenar.

Durante la cena tampoco hablaron mucho entre ellos porque todos tenían muchas cosas en las que pensar. Jose tenía que acabar unas cosas del trabajo, Bego tenía que hacer deberes de las diversas academias a las que iba a estudiar idiomas y Alex simplemente quería irse pronto a la cama.

Una de las pocas cosas de las que hablaron extensamente fue el estado de Alex, y cómo no, la primera que lo preguntó fue Bego:

—¿Qué tal has estado hoy? —le preguntó tan curiosa como siempre—. He tenido muchísimas cosas que hacer y no he podido ni pasar por casa, lo siento.

—Lo sé, y te entiendo —sonrió Alex, intentando que no se preocupara por no haber pasado en todo el día por casa—. Yo he estado bien, de hecho lo estoy y mañana yo creo que estaré listo para ir al colegio y enfrentarme a todos los exámenes de un tirón.

—Mucha suerte hijo —le animó Jose—. ¿Los llevas todos bien o necesitas ayuda con alguna asignatura? —preguntó aún sabiendo la respuesta, solamente estaba siendo educado.

—Todo bien, quizá tenga que estudiar algo más francés pero por lo demás todas las asignaturas “difíciles”, por así llamarlas, las tengo bien controladas  —informó respondiendo a la pregunta de su padre—. ¿Tú qué tal en el trabajo, papá?

—Pues bien, tenemos un nuevo negocio en marcha —le respondió orgulloso—. Esta vez es muy importante que salga bien porque nos traería muchas ganancias y podríamos contratar hasta cincuenta nuevos trabajadores, lo cual sería muy importante. Porque más trabajadores significa más rapidez y más rapidez significa más negocio. Así va este juego.

A Alex le hizo gracia, era lógico pero se lo había explicado como si de un niño pequeño se tratara.

—Entiendo… —dijo aún sonriendo Alex medio sarcásticamente, cuando su padre hablaba de su trabajo se ponía a hablar sin parar y ni siquiera mirando a ver si alguien se enteraba de algo—. Pues espero que cerréis ese negocio, así que suerte.

Dicho aquello apenas estuvieron dos minutos más hablando, se despidieron y Alex subió a  la habitación, donde se metería en la cama inmediatamente.

Aquella noche, gracias a Dios, no tuvo ninguna pesadilla.

A la mañana siguiente estuvo súper ajetreado y no tuvo tiempo casi ni de desayunar. El día se le hizo cortísimo, ya que durante sus siete horas estuvo haciendo exámenes. Lo cual le dejó muerto para cuando acabaron las clases. Pero era lo que le tocaba tras haber estado varios días de exámenes sin asistir.

Sueña conmigo, por favor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora