Cuando Alex se despertó estaba en el hospital del pueblo, pero como era la primera vez que acudía a él, no sabía dónde se encontraba. La habitación era completamente blanca: sillas blancas, paredes blancas, mantas blancas y pronto se dio cuenta de que unos ojos le miraban sin pestañear.
—Ya era hora que te despertases dormilón —le dijeron aquellos ojos, pertenecientes a dicha cara que todavía no había visto.
Cuando su vista se fue acostumbrando al lugar vio que la persona que estaba ahí era Bego.
—¿Dónde estoy? —preguntó.
—Estás en el hospital, te desmayaste por el dolor de tu pie y el dolor de la caída, sin querer te golpeaste la cabeza—dijo su madre—. Tienes un esguince leve en el pie y sigues en observación respecto a lo de la cabeza.
No eran tan malas noticias, al fin y al cabo las entradas las tenía y ya deberían de estar en su habitación así que se volvió a tumbar y se quedó dormido.
Por primera vez en mucho tiempo ellos descansaron y Alex recuperó todo el sueño perdido durante aquellas semanas.
Cuando Alex volvió a despertar todavía estaba en la misma sala del hospital. No había cambiado nada desde que se durmió, literalmente lo parecía, absolutamente nada se había cambiado de sitio.
—¿Bego, estás aquí? —preguntó a la nada, porque en el reducido espacio que le dejaban ver sus ojos no la veía.
—Sí —respondió desde el otro la de la habitación la dulce voz de Bego—. ¿Ya te has despertado?
—No, estoy hablándote en sueños —vaciló Alex.
—¿Qué tal te encuentras? —le preguntó esta vez Bego a él—. Voy a ir a preguntar a ver si podemos volver a casa ya.
—Vale, ¿Qué día es hoy? —dijo notablemente interesado Alex.
—Es sábado todavía, pero son las diez de la noche —respondió.
Alex oyó como la puerta se abría y unos segundos después se cerraba. No le apetecía moverse, estaba muy cómodo en aquella camilla.
“Sábado…” pensó, todo un fin de semana perdido. De repente Alex recordó que al día siguiente tenía que ir al orfanato sí o sí. Tenía que hacerlo, era una obligación moral, lo necesitaba.
Se quedó tumbado en la cama hasta que nuevamente oyó la puerta abrirse y los pasos de su madre delataban que estaba dentro. Fue hasta donde él y le dijo:
—Las enfermeras dicen que en diez minutos pasará un doctor que está de guardia a decirnos qué hacer, ¿Vale?
—De acuerdo —respondió Alex.
No tenía muchas ganas de hablar, aunque cansado era lo que menos estaba en aquellos instantes. Los diez minutos asombrosamente pasaron rápido y el doctor apareció sin un segundo de retraso.
Cuando entró a la sala se acercó a su cama, pero no sin antes saludar a su madre. Se notaba que se conocían de antes porque quedaron para el día siguiente para tomar un café después del trabajo.
—Vamos a ver, he estado revisando los informes. El golpe en la cabeza no ha producido ningún efecto secundario ni ha perjudicado lo más mínimo a ninguna parte de tu cuerpo y respecto al esguince si no lo tratas bien se podría curar mal y convertirse en algo mucho más grave, pero por ahora con algo de reposo estarás como nuevo en un mes más o menos —dijo. Después de una breve pausa continuó—. Será mejor que estés alrededor de tres o cuatro días sin apoyar el pie y mejor que permanezcas en casa con él en alto. Después de esos días vuelve a tu rutina normal sin miedo, pero no empieces a correr en cuanto salgas de casa, eh, jeje —rió.
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Sueña conmigo, por favor.
Teen FictionEsta es la historia de Alex, un chico huérfano desde su infancia el cual no hace más que soñar con el día en que saldrá del orfanato. Portada hecha por @berealxstic