Capítulo 23.

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—Alex, cariño, métete ya a la cama que mañana es sábado y nos tocará madrugar para ir a las Islas Canarias. La primera es Lanzarote  —le informó su madre.

—Perfecto, hasta mañana —dijo dándole un beso de buenas.

Aunque Alex sabía que aquella noche no iba a dormir mucho, necesitaba saber si el segundo intento había salido bien. Ahora mismo era lo más importante y tardaría bastante en saberlo. Lo cual le iba a comer de curiosidad por dentro.

Al no poder dormirse estuvo un rato leyendo, y fue en aquel momento en el cual decidió volver a mirarse la herida del brazo. Los médicos le dijeron que quizá nunca se quitaría del todo pero sí que poco a poco se iría divisando menos. Ojalá eso sucediera pronto, no le gustaba lo más mínimo aquella gran marca.

Empezaba un nuevo día, en el que Alex cumpliría uno de tantos sueños que habían rondado desde que tenía razón de uso por su cabeza. El día en el que pisaría por primera vez las Islas Canarias y más concretamente Lanzarote.

Sus padres y él se levantaron temprano, debido a que su vuelo también lo sería, así que llegarían allí pasado el mediodía si era posible, por eso aquel sábado los tres estaban saliendo de casa a las ocho de la mañana dirección al aeropuerto. Salieron tan pronto porque el aeropuerto estaba a más de media hora, en coche, de allí.

El vuelo salía a las doce y a las diez menos cuarto entraba la familia unida por las puertas del aeropuerto, aunque hasta casi tres cuartos de hora después no se pudieron sentar a esperar el avión. Porque tenían que organizar todas las cosas y después andar bastante, ya que el aeropuerto era súper grande. Más grande de lo que Alex se lo había imaginado, muchísimo más.

Tampoco tuvieron apenas tiempo para esperar sentados la venida del avión. Porque diez minutos después de sentarse salía en una de las pantallas de los vuelos que los pasajeros del vuelo 1900 a Islas Canarias, tenían que ir bajando ya a la planta baja y coger el autobús que les llevaría al avión.

Una vez abajo todo era gente, mucha gente iba al mismo destino que ellos. Tardaron más o menos cinco minutos en subir al autobús que les llevaría hasta el avión.

Alex vivió cada segundo como el último, todo le parecía increíble. Se sentía muy pequeño al lado de todas aquellas máquinas y tecnología avanzada que tenía alrededor, mayoritariamente los aviones. Algunos eran tan altos que la gente subía mediante plataformas que estaban directamente conectadas con la segunda o tercera planta del aeropuerto. Aunque ese no era su caso, seguramente esos vuelos irían al Reino Unido, e incluso a América o China.

Su avión era muy sencillito y bastante pequeño comparado con algunos, pero seguía siendo impresionante estar allí rodeado de todo aquello. Alex se moría por ver cómo serían por dentro, todo aquello era tan novedoso para él. Aunque en aquel momento supo que le encantaría poder viajar más a menudo.

Alex nunca olvidaría el momento en el que subió al avión y vio todos aquellos sitios uno al lado del otro y cómo era por dentro. Se quedó con cada segundo en su cabeza e intentaría no olvidarlo nunca.

Se sentó al lado de la ventana y sus padres a su lado. Menos mal que nadie se había sentado junto a él, no le gustaba tener tan cerca gente desconocida.

—Bueno hijo ahora abróchate el cinturón y en menos de tres horitas bajaremos, haz lo que quieras hasta entonces —le dijo su madre. 

—De acuerdo —respondió él sonriente.

Lo que él hizo fue mirar por la ventana y escuchar música. Lo hizo más o menos dos horas de las dos horas y media que duró el viaje, porque era lo que más le podía divertir. El avión era súper aburrido para él, no podía quedarse quieto. Aunque, la verdad, como experiencia era algo que había que vivir.

Sueña conmigo, por favor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora