Capítulo 19.

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Cuando se levantó aquella mañana de martes empezó a sentir cosquilleos en el brazo. Mientras estudiaba, en la ducha… Pero poco a poco aquel pequeño cosquilleo empezaba a dolerle, cada vez más y no tenía pinta de que fuera a parar.

Aquel dolor venía de su cicatriz, lo cual no le extrañaba. Pero simplemente lo que hizo al respecto de aquel dolor fue decírselo a Bego. Ninguno se preocupó hasta que salieron de casa.

Fue en aquel momento, al dar Alex el primer paso fuera de casa, cuando un espantoso grito de dolor resonó por toda la avenida. Bego estaba muy preocupada y nerviosa, por aquella razón no tardaron ni cinco minutos en llegar al hospital. Por el camino, Alex ahogó dos gritos más pero aguantó el resto del trayecto, aquel dolor cada vez era más insoportable y que le daba la sensación de que la herida se estaba volviendo a abrir como en aquel sueño de hace casi un mes, y los mareos empezaban a acechar.

Cuando llegaron los médicos, que ya les conocían, le inyectaron algún tipo de esteroides para que la inflamación que le presionaba el brazo causándole dolor menguara. Eso ayudó sí, pero lo más importante era saber por qué le estaba pasando aquello y si no había alguna especie de medida de precaución por si volvía a pasar. Porque no era normal que una herida casi cicatrizada se inflamara sin ningún tipo de golpe.

El médico les dejó allí en la habitación a Bego y Alex mientras se reunía con el grupo que estudiaba el caso de Alex para tomar nota de lo que recientemente le había sucedido. Pero ni Bego ni Alex dudaban en que volvería a hablar con ellos. O con ambos o solamente con Alex, aunque probablemente hablaría con los dos pero por separado.

Aquella vez tardó bastante en volver a la habitación y cuando lo hizo Alex y él tuvieron que esperar a que Bego volviera de la cafetería, que con la mañana ajetreada que habían tenido se le había olvidado completamente desayunar.

—Bueno Alex, tu caso está siendo especialmente difícil y estamos haciendo todo lo posible por sacar algo en limpio —comenzó el médico—. Pero como ya te he dicho resulta bastante difícil teniendo en cuenta todo lo que te ha pasado.

—Lo sé, aunque es un poco raro —empezó a explicar Alex, aquello era lo que había estado razonando durante el tiempo en el que habían estado esperando al médico—. Porque ayer mismo antes de dormirme pensé en que ellos, los que ya os expliqué, no habían vuelto a aparecer en mis sueños desde que me hice esta herida.

—Sí, pero… ¿A qué viene eso? —preguntó el médico, que se notaba que estaba intentando tener las cosas más claras.

—Pues que justo pensé en ellos esta noche, y aunque no hayan aparecido en mis pesadillas puede que me duela por el mero hecho de haber pensado en ellos —le explicó Alex lo mejor que pudo; aquello dentro de su cabeza sonaba mucho mejor—. Suena bastante ridículo, la verdad.

—No, todo lo contrario, es una teoría interesante que seguramente explicaremos cuando resolvamos este “misterio” —le comentó el médico, con acento un tanto extraño en la palabra misterio—. Por ahora hemos decidido que te lleves a casa un par de jeringuillas con esteroides para quitar el dolor por si acaso te volviera a pasar algo semejante y para que de esta forma te lo puedas inyectar.

—Vale, pero… Si me siguiera doliendo después de inyectármelo tendría que volver, ¿Verdad? —preguntó inocentemente Alex, porque claramente sabía la respuesta. Lo único que no quería era que este hospital se convirtiera en su segunda casa, eso no.

—Por supuesto que sí, eso era lo que te iba a comentar a continuación, esto es una pequeña dosis para que puedas venir sin dolores hasta aquí —le explicó sin prisa el médico—. Luego todo lo demás nos encargaremos nosotros, tú tranquilo.

Sueña conmigo, por favor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora