Capítulo 21.

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Desde que se levantó, Alex predijo que aquel día estaría cargado de emociones.

Se duchó, vistió y desayunó. Cuando salió de casa no aguantó ni tres segundos fuera, tuvo que volver a entrar inmediatamente. Dentro de la casa hacía mucho calor pero en la calle estaba a punto de llover, así que Alex cogió un paraguas y también no se le olvidó una chaqueta que le abrigara bien.

Se le pasó por la cabeza pedir a sus padres, algún día, que le llevaran hasta el orfanato. Pero rápidamente desterró aquella idea de su cabeza. Sus padres ya habían hecho demasiado por él como para tener que lidiar con sus asuntos sin necesidad. Definitivamente no iba a pedir aquello a sus padres jamás.

Todavía quedaban diez minutos para que pasara el autobús así que no tuvo ningún tipo de prisa en ir a la parada como hace dos fines de semana. Esta vez se lo tomó con calma y disfrutó del ambiente mañanero que había en aquel pueblo aquella mañana de principios de marzo.

Se respiraba tranquilidad, era un olor tan agradable.

Cuando llegó a la parada todavía quedaban dos minutos para que llegara el autobús, aunque ya lo viera venir a lo lejos. Se cambió de canción, últimamente la música le resultaba aburrida, obviamente toda la música que nos se tratara de Auryn, sus canciones las escucharía eternamente sin cansarse.

Estaba claro que dentro de poco empezaría a llover pero no podía echarse atrás. Es más, sería mejor porque si llovía no habría ferias por los pueblos y no habría nadie, o casi nadie, en el autobús. Así tendría el tiempo que necesitaba de soledad semanal, estar solo era algo que Alex necesitaba de vez en cuando.

Como él había supuesto hace varios minutos no había pasajeros, y la única persona que vio se montó casi cuando Alex se tenía que bajar. Qué casualidad que cinco minutos después de que él se bajara del autobús, empezara a jarrear. Pero tenía que seguir adelante y menos mal que no hacía viento. Con un poco de suerte no se mojaría mucho.

No tenía prisa, sabía bien que si corría se mojaría más de lo que ya se estaba mojando en aquel momento. Por aquella razón tardó casi tres cuartos de hora en poder ver las negras paredes del orfanato. Casi era la hora de comer, así que le tocaría esperar; como siempre.

Era gracioso que a pesar de llevar paraguas acabara empapado, irónico.

Durante el camino llevaba pensando en qué podían hacer para encontrarse con las chicas y minutos antes de llegar baja el árbol de cada domingo le llegó la inspiración.

—¡Claro, eso es! —gritó Alex a la nada.

Era tan simple lo que había pensado que le sorprendió que no se les hubiera ocurrido antes la idea. Lo que podían hacer era ir como solían hacer los viernes al monte a encontrarse con ellas y después bajar al orfanato.

Era una idea muy sencilla pero arriesgada, aunque no les quedaba otra y Alex dudaba sobre si Bruno habría pensado algo. Era muy poco probable aunque podría llevarse una sorpresa. Aunque siendo realistas, no, no se llevaría ninguna sorpresa.

Justo cuando acabó de planear aquello y de intentar planear algo más convincente y seguro, había llegado junto al árbol donde solían quedar. Alex supuso que Bruno comería el primero y saldría sin perder ni un solo segundo. Supuso bien.

Veinte minutos más tarde le vio salir por la puerta principal. Llevaba una sudadera que a Alex le sonaba. ¡Claro! Era la sudadera que le regaló antes de irse para que le recordase y ahora la llevaba puesta. A Alex le hizo muchísima ilusión.

—Hola, ¿Ya has pensado algo? —preguntó Bruno sin rodeos después de abrazar a su mejor amigo, y justo después le empezó a informar sobre la situación del orfanato—. David creo que sale mañana así que espero no volver a cruzarme con el otro menda.

Sueña conmigo, por favor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora