Capítulo 2

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Mi acelerada respiración era el único sonido que podía percibir en el ambiente, aunque los latidos de mi corazón retumbaban en mis oídos, todo parecía haberse vuelto en un extraño silencio.

Sukuna parecía no tragarse lo sucedido, sus ojos penetraban mi cuerpo y alma buscando más información, sentía mi cuerpo quemarse bajo aquella pesada mirada.

"Estas apunto de morir,habla"

Apretó su puño sobre mis cabellos, sentía como mis heridas se reabrían poco a poco, escuchando el ligero sonido de la piel cicatrizada romperse, haciendo que la sangre caliente trazara un nuevo camino en mi rostro.

¿No era mejor morir?

Pero ahí estaba, tendida bajo sus pies, ensangrentada y mirándolo con piedad.
Abriendo nuevamente mi temblorosa boca y maldiciendolo de pies a cabeza, grité, agradeciendo que mis cuerdas vocales no servían en ese momento.

Sus ojos sonrieron.

"Grita"

Grité lo más que pude, grité del terror que tenía en ese momento, grité por todo el dolor que sentía en cada parte interna y externa de mi cuerpo, del enojo y decepción que sentía conmigo misma por no haber podido hacer nada por Mi Pueblo. Grité al recordar las palabras de mi padre, entregándome a una maldición, como si de un intercambio de ganado se tratase, como si yo no significara algo para él, no podía llamarle padre a alguien que no vio por su hija.

"¡Grita!"

Con su otra mano, tomó fuertemente mi cuello, apretándolo en el acto para levantarme a su altura.
Haciendo que mirase sus oscuros ojos nuevamente.

Cerré fuertemente mis ojos y grité del dolor que sentía en mi cuello en ese mismo instante.

Mi garganta comenzó a arder, sentía mis cuerdas vocales doler, pero, de pronto todo paró.

Abrí mis ojos a tope, mi respiración comenzaba a entrecortarse. Mi corazón se había detenido.

Estaba besandome, Sukuna estaba besandome, a mi.

Mi cuerpo estaba en shock, mi cabeza no podía pensar en nada en que no fueran sus labios,  los suaves y más carnosos labios que jamás había sentido en mi vida.
Mi cuerpo comenzó a temblar involuntariamente.
Cerré los ojos y tomé con fuerza su pecho, lanzando su cuerpo lo más lejos posible del mio, no sin antes haberle dejado claro mi advertencia.

"¡Vete a la mierda!"

Llevé mis manos a mi cuello, rodeándolo.

¿Que mierda?

Dirigí mi vista a la maldición, quien presionaba uno de sus pulgares contra su labio inferior.

Su rostro mostraba diversión ante lo sucedido. Sus ojos estaban entrecerrados, pero la sensación de querer matarme con la mirada seguía atormentándome.

"Si que eres una maldita mala agradecida" Rió y miró su pulgar, lamió la sangre que brotaba de su labio y dándome una última mirada, desapareció de mi vista.

Aspiré aire y me deje caer al suelo.

Mi mente trataba de procesar lo que había ocurrido.

Sukuna me había besado, y..

"Y-yo"

Me sobresalte al escuchar el sonido provenir de mí, específicamente, de mi garganta.

¿Cómo era posible?

Debía de estar soñando, tal vez era una maldita ilusión por parte del demonio del infierno.

Pero se sentía tan real..

Coloqué mi mano en la garganta y volví hablar.

Mi corazón dio un vuelco al sentir la vibración venir de ahí. De verdad estaba hablando, tenía una voz, y me encantaba.

"Sukuna"

Hablé, pronunciando la primera palabra que venía a mi mente.

Un sentimiento de felicidad inundaba mi cuerpo, pero la intriga abarcaba gran parte de él.

"Sukuna"

Elevé un poco más la voz.

Mi boca temblaba, pero el dolor había sido remplazado por aquel sentimiento de sorpresa que sentía ahora mismo.

Desde que tengo memoria, nunca pude hablar. Padre nunca quiso responder aquella duda que tenía.

¿Porque los demás podían hablar y yo tenía que comunicarme de una manera más difícil?

Nunca había conseguido tener amigos, nadie quería estar con la muda de la clase, la cual nadie podía oír ni entender.

Al pasar el tiempo pude desarrollar un lenguaje basado en señas y movimientos ligeros de mis manos, así podía comunicarle mis dudas a mi padre, quien a toda costa seguía enseñándome hechicería.

Más de alguna vez odié mi vida. No tenía cómo comunicarme con el mundo. No podia tener amigos tan fácilmente. 

Pero ahora, tenía voz.
¡Y era genial!

"¡Sukuna!"

Grite con un ligero tono de felicidad.

Dejé caer mi rostro hacia el suelo, mirando mis manos, las cuales temblaban al sentir la sangre pasar por las heridas. Por fin había sido liberada.

"Que"

Su voz hizo temblar el lugar donde me encontraba.

Giré rápidamente mi cabeza hacia atrás, mirándolo desde pocos metros de distancia.

Una de sus cejas estaba alzada, mientras que su mirada estaba puesta en mi, analizándome de la peor manera posible, haciendo que el pequeño sentimiento de felicidad escapara de mi cuerpo.

"Me llamaste, responde"

¿Porque mierda había dicho su nombre?

Existiendo millones de palabras más, había elegido pronunciar su nombre por primera vez.

Estúpida que era.

Caminó lentamente hacia mi, haciendo que la tenue luz de la habitación proveniente de las antorchas iluminaran gran parte del lado derecho de su rostro.
Las líneas negras era lo que más resaltaba en su rostro serio, acentuando sus facciones masculinas. Recorrí con la mirada cada una de ellas, desde la pequeña de su frente, hasta las que terminaban por ambos lados de su barbilla, Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo al mirar sus labios, donde una pequeña cortada seguía brotando sangre, haciendo que recordara lo sucedido hace menos de 5 minutos.

Tragué saliva.

"C-como... como hiciste esto?"

Elevó nuevamente su Ceja.

"La voz. ¿Como lo hiciste?"

Mi mirada estaba fija en el.

"Soy el rey de las maldiciones, tengo algunos trucos bajo la manga"

Por un momento había olvidado quien era el.

   El señor del infierno.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo cuando comencé a ponerme nuevamente de pie, colocándome en una posición de pelea, lista para atacar al primer movimiento que diera.

"Déjame ir"

Trate de sonar lo más dura y sería posible, quería transmitirle el mismo sentimiento de temor al que siempre estuve acostumbrada a oír.

Sus ojos miraron hacia arriba.

"No puedo escucharte"

Volví a tragar saliva, tratando de calmar mi miedo y ansias, aún me era sorprenderte el hecho de producir sonidos. Apreté mis puños y hablé un poco más fuerte.

"Déjame ir"

De un momento a otro su rostro estaba a centímetros del Mío, inspeccionándome con la mirada.

"No"

𝑰𝑵𝑭𝑰𝑬𝑹𝑵𝑶- SukunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora