Quien Bien Te Quiere

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No hay ningún mensaje de Sasuke. Ni uno. Hasta miro en el buzón de correo no deseado. Esto no debería molestarme, y no lo hace. No me mueve en absoluto. Como me gustan las cosas bien hechas, vuelvo a cargar el buzón de entrada tres veces en unos dos segundos. Tal vez haya algún mensaje escondido, atascado detrás de otro demasiado pesado que no termina de llegar.

Tsunade entra en la habitación cuando estoy a punto de cargar otra vez el buzón.

-No creí que pudieras desenterrar ese chisme -me dice.

-Yo también te deseo un buen día, Tsunade -respondo achinando los ojos para examinar la pantalla de cerca.

Ella sonríe y comienza su ritual matutino de desempacar el instrumental médico. Jamás comprenderé por qué lo recoge y lo vuelve a sacar todos los días.

-Por qué pones esa cara? ¿Encontraste más gatos muertos?

Me mira con una sonrisa ancha y llena de dientes, como la del gato de Cheshire. En cualquier momento, su cuerpo se desvanecerá dejando solo una cabeza flotante.

-Sasuke no me ha mandado ningún email.
La sonrisa se desdibuja y Tsunade adopta una expresión perpleja.

-En todo el fin de semana-añado a modo de explicanción.

-Aja-siente mientras se pone estetoscopio y me coloca el termómetro bajo la lengua-Le has escrito tu?

-Shhhi -farfullo, con la boca llena de termómetro.

-No hables, mueve la cabeza.

- O fiento.

Ella pone los ojos en blanco y se queda callada, esperando a que suene el pitido.

-Treinta y seis y medio -leo, y después le devuelvo el termômetro-. La verdad es que le dije que no me escribiera. Me estoy poniendo muy tonta?

Tsunade me hace un gesto para que me dé la vuelta y empieza a auscultarme la espalda sin responder.

-En serio, estoy muy tonta? En una escala del uno al diez, en la que el uno es ser perfectamente racional y el diez es estar absurdamente tonta, ¿dónde me situarías?

-En el ocho -responde sin dudarlo.

Esperaba que me adjudicara un doce, así que el ocho me sabe a victoria. Se lo digo y ella suelta una carcajada.

-Así que le dijiste que no te escribiera y él te hizo caso.

¿Es eso lo que me estás diciendo?

-Bueno, no es que le dijera NO ME ESCRIBAS con mayúsculas y en negrita, ni nada por el estilo. Solo le dije que estaba ocupada -respondo.

Espero a que empiece a bromear, pero no lo hace.

-Y por qué no le escribiste tú otra vez?

-Por lo que estuvimos hablando. Me gusta, Tsunade. Me gusta muchísimo. Demasiado.

Ella me mira fijamente con cara de (¿eso es todo?).

-¿De verdad quieres perder al único amigo que has tenido por una miseria penita de amor?

He leído muchos, muchisimos libros que tratan del mal de amores. Ninguno de ellos utiliza la palabra "miseria" para describirla. Desgarradora, sí. Devastadora, también.

Misería, jamás.

Tsunade se acomoda en el sofá.

-Tú aún no te das cuenta, pero esto se te pasará. Solo es la novedad, sumada a las hormonas.

Quizá tenga razón. Me gustaría creerle para poder escribirle a Sasuke de nuevo.

Ella se inclina hacia mí y me guiña un ojo.

-Y además, está como quiere.
-Sí, ¿verdad?-contesto con una risita.
-¡Chica, pensé que ya no los fabricaban así!

Me echo a reír imaginandome una fábrica llena de minúsculos Sasukes colocados en fila sobre una banda transportadora.

Sería imposible: no habría manera que se mantuvieran quietos el tiempo suficiente para empacarlos y mandarlos por correo a su destino.

-¡Lánzate!-exclama Tsunade dándome una palmada en la rodilla-. Ya hay bastantes cosas en el mundo de las que debes tener miedo. Un piquito de amor no va matarte.

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