Todo Es Un Riesgo

159 22 1
                                    

Tsunade me sonrie como si supiera algo que yo no sé. Lleva haciéndolo todo el día, cada vez que piensa que no la estoy mirando. Y también tararea Take a Chance on Me, de ABBA, su grupo favorito de toda la vida. Desafina tanto que me duelen las orejas solo de oírla. Tendré que pregun tarle a Saauke si es estadísticamente posible que falle todas y cada una de las notas. No debería acertar alguna que otra, aunque solo fuera por una mera cuestión de probabilidad?

Son las 12:30, y tengo media hora para almorzar antes de que mi profesor de historia se conecte. No tengo hambre; la verdad es que últimamente nunca tengo hambre, Parece que los humanos podemos subsistir únicamente a base de emails y mensajes.

Aprovechando que Tsunade no mira, abro mi Gmail. Trece mensajes de Sasuke desde anoche. Los envió todos sobre las tres de la madrugada y cómo no, siempre con el Asunto en blanco. Me río bajito y sacudo la cabeza.

Quiero leerlos, me muero por hacerlo, pero tengo que andarme con cuidado cuando Tsunade está delante. Levanto la vista y veo que me observa con las cejas levantadas. Se habrá olido algo?

¿Qué es eso tan interesante que hay en tu computadora?

Vaya. Si que se olió algo.

Arrimo la silla al escritorio, cierro la laptop y dejo mi sándwich encima.

— Nada — digo, y le doy un mordisco al sándwich. Es martes, así que hoy toca pavo.

—¿Cómo que nada? Algo acaba de hacerte reír — se acerca despacio, con una amplia sonrisa que arruga las comisuras de sus ojos castaños.

— Solo era un video de gatos — le digo con la boca llena. Ay, eso fue un paso en falso: Tsunade se muere por los videos de gatos. En su opinión, son la única cosa buena de internet.

Me rodea, se coloca a mi espalda y estira el brazo para abrir la laptop.

Yo dejo caer el sandwich y me aferro a la computadora llevándomela al pecho. No se me da bien mentir, así que digo lo primero que me pasa por la cabeza:

— No creo que te guste, Tsunade. El gato está encerrado. Y se muere al final.

Nos miramos fijamente unos segundos, en una especie de estupor. Me asombra lo idiota que soy y la barbaridad que acabo de decir. Tsunade, por su parte, está asombrada de lo idiota que soy y de la barbaridad que acabo de decir. Se le abrió la boca como si fuera un personaje de cómic, y sus ojos se hacen cada vez más redondos. De pronto se dobla por la cintura, se da una palmada en la rodilla y suelta la carcajada más estruendosa que le he oido jamás. No sabia que la gente real se diera palmadas en la rodilla al echarse a reir.

—¿De verdad lo único que se te ocurrió decirme es que habia un gato encerrado? — dice después de tomar aliento,

— Bueno, entonces lo sabes. Pues si si antes lo sospechaba, ahora ya estoy segura. Suelta otra carcajada y se vuelve a dar una palmada en la rodilla.

— Ay, tendrias que haberte visto la cara.

— Pues a mí tampoco me parece tan gracioso — refunfuño, enojada conmigo misma por lo bocona que soy.

— Olvidas que tengo una como tú en casa. Siempre sé cuando Sakura quiere aplicarme alguna. Y además, señorita mia, se te da fatal disimular. No haces más que revisar el correo y mirar por la ventana por si lo ves.

Dejo la computadora en el escritorio.

— Entonces, no estás enojada conmigo? — pregunto, aliviada

Ella me devuelve el sándwich.

— Depende. Por qué no me lo querías decir?

— Porque me da miedo que te preocupes por mí... si vuelvo a ponerme triste.

Tsunade se queda mirándome durante un momento que se me hace eterno.

— Debo preocuparme?

— No.

— Bueno, pues entonces no lo haré — me acaricia el pelo y me lo aparta de los hombros - Come, anda.

Todo TodoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora